viernes, 11 de agosto de 2017

Día 11: Disfrutando de Tallinn



Hola a todos desde Tallinn, ciudad que nos sigue sorprendiendo y maravillando. El día empezó tranquilo, porque anoche la situación se nos fue un poco de las manos. Intentamos ir a cenar en el Rataskaevu 16, teóricamente el mejor restaurante del centro, pero no había sitio ni de coña. Fuimos a una taberna georgiana que también estaba superadísima por el número de pedidos. Nos dieron mesa en un sitio semivegetariano, pero el menú nos horrorizó y decidimos irnos. Belén salió rápido, pero a mí me enganchó la camarera pidiéndome explicaciones y francamente, no sabía que decirle que no fuese que la carta no me gustaba. La tía encima estaba buena y eso aumentó mi nerviosismo, así que acabé diciendo, "bueno, erm, tenemos que pensar... ya... pues eso", y nos fuimos. Al final cenamos en un antro con un ruido infernal pero una comida deliciosa - pato cocinado a la perfección, en mi caso. Casi todos los sitios aquí tienen una carta de cervezas para flipar en colores.

Hicimos un Reto de Bebidas Alcohólicas con el Vana Tallinn, el licor local estrella, 40 grados, pero no sé, pareció no grabarse. Eso, o está en la cámara de fotos, que ahora mismo se encuentra en paradero desconocido - no sé dónde cojones la hemos metido. El Vana Tallinn está dulce pero fortísimo, reconforta a la vez que te agobia, es un licor muy especial. Quiero comprar una botella y llevármela a España. Luego fuimos a tomar una cerveza a un bar que era como una mausoleo o museo de Depeche Mode. Se llama el DM Baar y toda la decoración del bar eran fotos de Depeche Mode, los nombres de los cócteles eran los de sus canciones y por supuesto, solo pinchaban música de Depeche Mode. Que un ratito está bien, pero escuchar la misma música todo el puto día debe ser algo comparable con la muerte cerebral. Acabamos la pequeña botella de Vana Tallinn y para una noche que no teníamos que madrugar, acabamos divirtiéndonos un poco.
















El desayuno del Hotel Palace es impresionante, pero increíble, al nivel de los mejores hoteles que se os ocurran - muchos tipos de pan, de quesos, todos buenísimos. Furtos rojos, mantequillas, frutas, mermeladas, huevos, carne, lo que haga falta. El hotel, en general, es una pasada, el perfecto complemento para la visita a un sitio tan bonito como Tallinn sea aún mejor. Esta mañana nos hemos ido a un mercadillo gigantesco. Tenía dos partes, la nueva y la vieja. A ver, la vieja era todo ropa usada hace mil años, que se puso la tía Anastasia cuando su hija Natasha hizo la primera comunión a escondidas, porque el comunismo lo veía con malos ojos. Mogollón de cachivaches que no valían para nada. 

















La parte nueva era mucho más interesante, separada por sectores. Frutas y verduras, pescados, carnes, utensilios, y luego ropa, juguetes, electrónica y por encima de todo, seis o siete tiendas de antiguo material soviético. Desde lo más inofensivo - tazas, juguetes, peluches del Osito Misha, etc - hasta lo más chungo - medallas de guerra, trajes de la Segunda Guerra Mundial, carteles de propaganda originales, hasta hemos visto un busto de Stalin. Miles y miles de postales, pins (son todos la hostia, pero luego qué haces con ellos), revistas y demás. Muy recomendable. Muy interesante.






El mejor momento en el mercadillo ha sido cuando he visto un montón de latas que ponían Maksapateet, a 1.80 EUR cada una. He ido a traducirlo en el Google Translator para ver si era hígado de cerdo, o de pollo, o a saber, cuando me ha salido directamente "cáncer de pulmón". Me ha dado un ataque de risa de cinco minutos, me imaginaba el cáncer de pulmón enlatado. Lo abres y hala, zasca, a joderte vivo hasta el final de tus miserables días.














Fuimos a tomar una cerveza a un bar del mercado y la camarera iba a ir a Sevilla la semana que viene, así que le di un montón de recomendaciones. Si la temperatura es la habitual por esas épocas, la pobre se va a disolver. Subimos un total de 159 escalones para subir a lo alto de la muralla y ver unas vistas excelentes de Tallinn. Por allí cerca andaba también su Catedral Ortodoxa, llamada también de Alejandro Nevski, a saber, un antiguo príncipe ruso allá por el Siglo XIII líder de la Iglesia Ortodoxa, que derrotó a los suecos en una batalla crítica por motivos religiosos en 1240. Lo más importante de la historia es que el líder sueco sellamaba Birger Jarl, pecador, por la gloria de mi madre. Cobarde, fistro, te voy a matá en Agosto después de los Dolores. No te digo Trigo por no llamarte Rodrigo, le habla el doctor Grijande More. En fin, Birger Jarl, qué nombre más de puta madre. El my cabrón no murió en la batalla, así que pelearía de pena. Eso sí, el tipo es el fundador de Estocolmo.




Decidimos probar suerte en el Rataskaevu 16 y oh sorpresa, tenían mesa. Hemos comido bastante bien, materia prima de primera calidad y un camarero muy amable, pero también intentando colarnos bebidas extras y platos, que se cree que no nos hemos dado cuenta, pero sí, so mamoncete. Hemos comido cojonudamente por un precio que en Barcelona sería tirando a caro - 73 EUR los dos - pero todo muy bien. Paralelamente, entró en contacto conmigo Sander, un ex-compañero de Euroleague que es estonio. Que cómo es posible que venga a Tallinn y no le diga nada, que qué cojones es esto... todo cierto, no quería molestar, pero claramente no era molestia. Se vino con nosotros a tomar café y recordar los viejos tiempos - trabájabamos a cinco metros de distancia el uno del otro.








Tras un pit stop en el hotel, hemos dado una última vuelta por Tallinn... por ahora, porque está claro que vamos a volver. Esta es una de esas ciudades que hay que conocer a fondo, eso sí, en verano. El invierno aquí debe ser aterrador, como ver a Rajoy desnudo al abrir una puerta, sin esperártelo, así de repente. Agh. Mañana tiramos para Riga, la capital de Letonia, encarando ya el último tramo del viaje. Hemos pateado Tallinn de arriba abajo y mis gemelos parecen dos columnas jónicas. Esta noche toca tirar de recursos - jamón, un queso que hemos comprado, el caviar falso de esta mañana y un poco de pan, para no perder la línea. Seguido de dos Leffe Brun y dos botellas de Vana Tallinn. Es coña, cenita tranquila en este pedazo de hotel.



PS: Mierda, hemos perdido la cámara. No sé en qué punto de anoche la perdimos, pero no está en la habitación. Lo bueno para vosotros es que ya no tendréis que preocuparos de esos vídeos con zoom a lo Valerio Lazarov. Con el móvil no es lo mismo. En fin, puestos a perder algo chungo, esto es lo menos valioso.



PSS: Resulta que aquí Belinda Carlisle es una superestrella del pop-rock, literalmente, viendo la foto. Hijos míos, estonios todos, si Belinda Carlisle es una superestrella, es que esto es 1985 y vosotros estáis en la Unión Soviética. No os conviene. Que vienen los rusos otra vez... uuuuh.... :) 

4 comentarios:

  1. Belinda Carlisle cantó en castellano y fracasó a la hora de hacerse un hueco en el mercado español. ¿Quiere eso decir que ha cantado en estonio? ¿Su gran éxito está dedicado al cancer de pulmón?

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    1. No creemos que haya cantado en estonio. Lo del cáncer de pulmón se soluciona cantando Hell Is A Place On Earth en vez de Heaven...

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  2. Cómo me ha molado ver sandías, chorizos, embutidos varios, fresas, ropa vieja, y demás cacharrerias!!!! Belén te doy la razón hay fresas muy ricas más allá de leve jejjee a mi me ha pasado en la vecina Francia....y muy dulces!
    Lastima de cámara....pero vamos...que ya esta, vamos que nos vamos!!!!

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  3. Ya, no se puede hacer nada. El mercadillo está guay, te encantaría. Y no sé Belén pero en las fresas yo soy muy lepero...

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