Hola otra vez. En esta entrada explicaré la logística del viaje - la verdad es que lo de por qué ya está explicado en la entrada anterior, pero es lo de siempre. Vamos a Japón por muchos motivos - cultura, frikismo, tradición, un país que no hemos visto, etc - pero al final, en el fondo, vamos porque nos apetece ir y nos lo podemos permitir. No tener hijos, ni coches, ni mascotas ni perrito que nos ladre hace que podamos hacerlo. En cualquier otro supuesto, pues dudo que pudiésemos. Tres semanas por ahí con un niño en un país radicalmente distinto al nuestro. O con un perruzo. Joder, qué pesadilla.
Aquí lo más importante era encontrar un vuelo barato, y lo hemos encontrado. Volamos a Japón por unos 500 EUR por cabeza en Aeroflot, la compañía rusa más conocida. Durante estos últimos años he volado mucho con Aeroflot, y puedo decir con toda confianza que a) son muy bordes y b) tienen la peor comida de avión de la historia de la humanidad. La última vez que volé con ellos, a finales de Abril, me sirvieron una patata hervida y no sé qué guiso que olía a zurullo de vaca procesado para DESAYUNAR. A las 7 de la mañana. Buenos días por la mañana, tenga usted, señor, su desayuno. Acuérdese de nosotros cuando se cague la pata abajo en Barcelona. Ah, pero es muy barato. De hecho, aún es barato. Ahora vale 560 EUR volar en las mismas fechas y con la misma compañía.
Otro problema es que, a la ida, tenemos menos de una hora y media para enlazar vuelos. Es la misma terminal y en un aeropuerto normal no tendríamos problemas, pero el aeropuerto de Sheremetyevo es cualquier cosa menos normal. En el mismo viaje tuve que pasar cuatro controles de seguridad, CUATRO, para llegar al avión. Tendremos que estar bastante atentos para salir disparados de nuestro avión y enlazar con el siguiente, rezando a San Sindulfo - que nadie se acuerda de él, el pobre - para que no haya retrasos y no nos pierdan la maleta en un enlace tan corto. Ya veremos. Me da un poco de mal rollo este trayecto, pero espero que no pase nada.
El tema hoteles lo hemos llevado a rajatabla. Hemos pillado un hotel en Tokyo - donde estaremos los primeros siete días - con cocina y habitación amplia para estar cómodos y poder desayunar algo tan japonés como una tostá con aceite. Después será un poco locura, pero todos los hoteles responden a un mismo patrón: una cama en la que podamos dormir los dos sin que sea uno encima del otro, y una ubicación cerca de la estación de tren para salir cagando hostias el día que nos tengamos que ir. No es fácil encontrar camas grandes en Japón, porque ellos son más bien chiquitillos, y supongo que en las camas que dormiremos Belén y yo, estos pueden hacer orgías de seis personas. También hemos optado por coger algún que otro hotel tradicional japonés, llamados Ryokan, porque hay que vivir la experiencia del todo. Será divertido, seguro. Dormiremos en un futón. Si el hotel es malo, será un futón verbenero, claro.
Falta el qué hacer, dónde ir y demás, pero aún estamos en ello. Esta semana compraremos el Japan Rail Pass y podremos tener cierta idea de qué hacer. Una cosa que hemos aprendido de otros viajes, especialmente del de Asia 2011, en el que primó sacar vuelos baratos por encima de todo... es escoger los destinos con cierta lógica. Y es lo que vamos a hacer, ir bajando poco a poco por el país en vez de irnos de una punta a otra varias veces como puta por rastrojo. No. Ya que el Rail Pass es ilimitado, vamos a intentar minimizar los kilómetros que recorremos, obviamente sin dejar de ver cosas que queremos ver, como por ejemplo Kagoshima, que pese a su nombre digno de un apretón intestinal (me cago encima), es un sitio no muy turístico al que queremos ir, justo al sur de Japón. Decía Raffaella Carrá que en el sur se pasa mejor. Y quién soy yo para contradecir a tan grande filósofa contemporánea.
Exactamente hoy quedan dos meses para el viaje. Queda mucho que planear y cualquier sugerencia es bienvenida. Bueno, cualquiera con un cierto rigor, porque nos sugieren cada collonada que no veas...
Javi
PS: San Sindulfo existe. Era un ermitaño francés que escogió la vida solitaria, solo conocido por Dios. Tiene cojones la cosa. Antiguamente regalaban la santidad a peseta. Un hijoputa miserable que no habla con nadie, del que no hay ni una foto, ni un cuadro, del que nada se sabe más que estuvo encerrado toda su puta vida, y hala, santo. Pero qué pollas es esto.
