domingo, 13 de agosto de 2023

Días 8-9-10: El último baile en el blog



Hola a todos desde Barcelona. Acabó la primera parte de nuestro viaje veraniego. La segunda parte incluye unos días en Urbasur, Huelva, un par de días en el festival Cala Mijas y un viaje exprés a Lleida para ir a una boda el sábado 2 de Septiembre. La vida en Urbasur suele ser tranquila y con poco que contar: el momento estrella es la siesta. No sabemos qué poder gravitacional hay en ese lugar, pero es imposible no dormir dos horas de siesta cada día. Tras comer, el peso del mundo cae sobre tus hombros y es que no hay cojones de hacer otra cosa.






Salimos del Hotel Pepe (que bien podría llamarse Pepero por el pijerío de sus huéspedes) en Ribadesella con dirección a Tazones, el pueblo de mi abuelo paterno. Antes hicimos una parada en una playa para disfrutar del Mar Cantábrico. Hicimos una buena labor de investigación antes de iniciar el viaje y entre docenas de playas con buena pinta, nos gustó la Playa de La Espasa, a medio camino entre Gijón y Tazones. Fue un acierto total: es una playa amplísima con arena muy fina, y aunque el agua estaba un poco fría te acostumbrabas rápidamente. Pasamos un muy buen rato tanto allí como en el Chiringuito, donde pusieron muy buena música original: Kiko Veneno, Paco de Lucía... Francamente, estoy hasta los cojones de esos bares que ponen éxitos pop y rock en versión bossanova. ¿Quién cojones quiere escuchar Smells Like Teen Spirit de Nirvana en bossanova? Hay muchísima música ahí fuera, toda original y genial.









Llegamos a Tazones y la verdad, fue emocionante. El camino a Tazones es por una pequeña carretera al lado del mar, tuvimos que parar varias veces para hacer fotos y en una de esas paradas había un perro en una casa que parecía listo para saltar una verja y morderme los huevos. No lo hizo, claro, pero por poco. Tazones es muy pequeño pero justo a la orilla del mar, con buenas vistas y restaurantes de pescado fresco. Belén me permitió el honor de invitarla a comer en el pueblo de mi abuelo: pedí un rape que es el mejor que he comido. Belén comió unos salmonetes que parecían gatetes. Ir para allá mereció mucho la pena.







Decidimos saltarnos todos los puntos intermedios que teníamos previstos e ir directamente a Gijón. El hotel, Rener Los Campones, estaba muy lejos del centro pero compensaba eso con un desayuno potentísimo, con chacina de altísimo nivel, y una habitación muy grande. Era la Semana Grande de Gijón y el ambiente en la ciudad era efervescente. La ciudad estaba en plena ebullición, todo el mundo en la calle bebiendo sidra. Fuimos a cenar a un sitio llamado El Lavaderu, típica sidrería asturiana, y después fuimos a un bar llamado La Plaza, epicentro del Xixon Sound, que nos decepcionó un poco. La primera impresión no fue la mejor: un borracho sentado en un banco soltó cuatro arcadas de vómito que parecían los cuatro jinetes del Apocalipsis. Tuvimos que cambiarnos de mesa cuando el río de pota se acercaba a nosotros.








En Gijón vimos a unos amigos: Iván nos llevó a la Universidad Laboral, el edificio más grande de España. Está aún muy desaprovechado pero ese sitio tiene muchas posibilidades y toda la pinta de convertirse en el centro cultural más importante del norte de España. Tal cual. Iván conoce Gijón como la palma de su mano y nos llevó a un sitio poco habitual, la Colina del Cuervo, con unos acantilados espectaculares. Parecía que estábamos en Irlanda. Después nos llevó a un sitio que parecía un bar de mala muerte, pero que tenía un patio trasero gigantesco donde se montan unas fiestas que flipas. Era temprano y estábamos solos, cayeron cuatro botellas de sidra. Poco después quedamos con otro Iván y Manu en una sidrería en la que comimos unas fabes con rabo de toro que quitaban el sentío. Otro amigo, Luis, al que 
igual hacía 10-15 años que no veíamos, vino a los postres. Hablamos de basket, Twitter y mil cosas más. La vida real siempre gana a Twitter, es así.










Avilés es pequeña pero con mucha clase. El centro del pueblo es perfecto, con casas de muchos colores, edificios interesantes y muchos bares y restaurantes. Vimos el edifcio de Niemeyer, que es una obra de ingeniería importante, sobre todo su puente de acceso, que pasa por encima de una autopista sin casi apoyos. Avilés tiene un poco de todo, pero si tuviésemos que elegir un sitio en el que vivir en Asturias, seguramente sería Gijón.

Total, que lo hemos pasado muy bien sin tener que ir muy lejos. Montaña, playa, buena comida, buena gente, buena música, animales, naturaleza a lo bestia... Asturias siempre estará en nuestros corazones y esperamos volver en un futuro cercano. Quizás no en 2024 porque tenemos planes de ir un poco más lejos.



Esto ha sido todo, de 2009 a 2023. Un último videomensaje de Aventura Global encima de estas líneas de obligatorio visionado... Nos vemos por esos países de Dios.

miércoles, 9 de agosto de 2023

Días 6-7: Tour de force por Cantabria y Asturias



Hola a todos desde Ribadesella, tranquilo y pijísimo pueblo asturiano cerca de la frontera con Cantabria. Nuestro hotel, Don Pepe, tiene dos edificios: uno es para los superpijos con un bar que bien podría salir en Corrupción en Miami... pero nosotros estamos en el segundo edificio, mucho más cutre y sin aire acondicionado. Cuando hemos vuelto de cenar hacía más calor en la habitación que follando debajo de un plástico. Hemos abierto algunas ventanas porque preferimos que nos piquen los mosquitos antes que sudar la gota gorda.

Lo primero es lo primero: ayer tuvimos una experiencia asquerosa en Santander, en un bar llamado Chupi. Fuimos a pedir una mesa para cenar y el camarero, un señor mayor con el triple de kilos que de coeficiente intelectual (150 Kgs, 50 IQ más o menos) le respondió a Belén con gritos. Encima el dueño del bar dijo que no lo había visto cuando toda la acción pasó en su puta cara. Muy importante: si vais por Santander, nunca paréis en esta mierda de bar: no es solo nosotros, solo hay que ver las reseñas de Google.





Hemos dejado Santander tras disfrutar de un desayuno más que correcto en Le Petit Boutique, hotel de una estrella, 155 EUR la noche. Es verano y en Santander no perdonan, vaya. De hecho, la relación calidad-precio de la ciudad deja mucho que desear, la verdad. Nuestra primera parada del día fue en Santillana de Mar, considerado uno de los pueblos más bonitos de España. Llegamos temprano y pudimos ver las calles casi sin gente, con más reponedores que turistas. Pudimos disfrutar de un vaso de leche casi que recién ordeñada. Estaba buena, aunque creo que es la primera vez que pago 1.25 EUR por un vaso de leche. Recomendamos ir por allí aunque no sé, hay pueblos parecidos aquí y allá, muy medievales.






De allí nos fuimos a Comillas, pueblo de 2,000 habitantes y de lejos, lo más interesante que hemos visto en Cantabria. Su población claramente se multiplica por 10 durante el verano, y había un ciclo de conciertos potentes en el centro de la ciudad, hoy tocaba Diego el Cigala. En Comillas tuvimos una de cal y una de arena. La parte chunga es que no conseguimos ver el Capricho de Gaudí, que es el primer edificio que construyó. Google Maps, malditos sean sus putos circuitos a veces, nos metió por una calle imposible rematada por una bajada por un dudoso asfalto. Belén consiguió que saliésemos ilesos, menos mal, pero hay veces que no te queda más remedio que cagarte en el Google Maps, la tecnología y el mundo moderno.









Lo bueno es que visitamos el Palacio de Sobrellano, una joya escondida del modernismo. Solo se pueden hacer visitas guiadas, la nuestra era la de las 11:40. La guía repetió hasta cuatro veces 11:40, vamos los de las 11:40, venga, 11:40, así que no me quedó otra que devolvérsela.

- Perdone, señora, ¿es el turno de las 11:40? Sí, sí, ¿las 11:40?

+ Sí, por supuesto.

- Pero seguro, ¿las 11:40, no las 11:30 ni las 11:50? ONCE Y CUARENTA, ONCE Y CUARENTA.

+ Este tío es gilipollas.

- ONCE Y CUAREEENTAAAA, LOLO LOLO LOLOOOOOO, ONCE Y CUAREEEENTAAAAA.






El Palacio es una maravilla, construído por encargo del primer marqués de Comillas, Antonio López y López. El tipo nació pobre y pronto emigró a Cuba con una mano delante y otra atrás, pero hizo un fortunón acojonante y financió numerosas obras en Comillas, de ahí el alucinante número de mansiones y monumentos en un pueblo tan pequeño. El actual Marques de Comillas, un viejo rencoroso de 90 años que no quiere saber nada del pueblo, vendió el Palacio al gobierno cántabro. Todo en él es original menos los baños y la cocina, que tampoco se ven en la visita. Lo más destacado es una alucinante escalera de caracol modernista con motivos marineros. Es una joya escondida y merece la pena ir a Comillas solo para verlo. Si vais al de Gaudí, pues ya nos contaréis qué tal.

Pasamos por San Vicente de la Barquera, donde comimos el peor arroz de la historia. Miento, no nos lo comimos, nos lo cambiaron por otra cosa. El pueblo no está mal pero a estas alturas de Agosto está masificado. Tuvimos un malentendido en Llanes: yo pensaba que Belén había mirado qué hacer pero la verdad es que Llanes me tocaba a mí y no había preparado nada. Para no irnos de vacío nos fuimos a la primera playa que vimos de forma completamente aleatoria. Nos cambiamos rápidamente al lado del coche enseñando el culo en un parking y hala, al agua. Al salir me encontré con un amigo de Sevilla, Alberto Valle, que también estaba allí de paso. Tal fue el shock que ni hicimos fotos ni nada. Fue una suerte encontrárnoslo, pero más suerte fue que no nos viese 10 minutos antes enseñando el culo en un parking mientras me ponía el bañador.







Llegamos a Ribadesella y volvimos a la playa. Tuvimos un momento de pánico absoluto cuando una ráfaga de viento interrumpió nuestra habitual partida de cartas. Cuatro naipes salieron volando, bueno, y las dos cajas de cartas, mi sombrero del Prestoso y una lata vacía de Coca-Cola Zero. El caso es que conseguimos recuperar todas las cartas: les tenemos mucho cariño, las compramos en Vitoria en 2019 y han viajado con nosotros por todas partes. Resistieron.

Mañana vamos a Tazones, que es donde nació mi abuelo paterno, y acabaremos el día en Gijón. Veremos si me encuentro a algún Gancedo en el pueblo. De momento di mi apellido en la reserva para comer y lo pillaron a la primera, cosa verdaderamente difícil en cualquier otro sitio. Esto promete...

martes, 8 de agosto de 2023

Días 3-4-5: De Cangas a Cangas, Lagos de Covadonga, Cabárceno



Hola a todos desde Santander. Está siendo una semana interesante. Antes que nada, disculpas por el retraso en el blog, que debería haber salido ayer. Las condiciones eran un poco infrahumanas, tenía que elegir entre que me comieran los mosquitos y escribir de forma casi acrobática. A ver, no es que hoy esté en un escritorio victoriano, pero al menos se puede hacer. Ya llegaremos a eso. Voy a intentar ir en orden cronológico.





Rematamos el Prestoso con el último día de conciertos. Los dos primeros, de Kiwi Jr. y La Costa Brava, fueron muy buenos. El siguiente, de _juno, fue suficiente para acabar con toda mi ansia festivalera. Digamos que fue difícil de ver: un concierto largo, denso, bajo la lluvia, con el que no conectó casi nadie. Un tío que venía de mear y no conocía de nada, ante los ruidos que emitían los sintetizadores, dijo "a estos se las han jodío los Walkman". Y era verdad, sonaba exactamente a eso. Cuenta la leyenda que si vuelves al prao cualquier día hasta Navidad, _juno aún estarán allí dando la brasa.








En cualquier caso el festival es una pasada y volveremos seguro. Fuimos de Cangas del Narcea a Cangas de Onís. Desayunamos por el camino en un sitio buenísimo, un bar de pescadores de río que ponían unas tostadas con aceite, tomate y jamón que compiten con las que queráis. Paramos en Pola de Siero por parar y no nos gustó mucho, la verdad. También en el Mirador del Fitu, que sí que es de visita obligada en un día no muy nublado. Cangas de Onís ya es otra cosa: tienen turismo todo el año por el tema de Los Lagos y se nota en la calidad de la hostelería. Además tiene uno de los puentes romanos más espectaculares que hemos visto. 

Fuimos a cenar a un sitio llamado La Sifonería, típico asturiano, muy recomendable: buena comida, excelente trato. Belén aparcó el coche justo en frente de una gran casa abandonada que daba un miedo que te cagas, especialmente de noche. Si llegan a encender una luz cuando estabamos mirando, hubíesemos hecho los 100 metros hasta el hotel en siete segundos.

Si llega a aparecer una vieja con un candil en la mano, los hacemos en tres segundos. Hijaputa la vieja.














La excursión a Los Lagos fue muy especial. Hay que subir muchas escaleras pero qué más da, teníamos el privilegio de ver uno de los mejores paisajes de Europa en un día soleado, de máxima visibilidad y temperatura agradable. Hicimos un picnic (bueno, dos) de pan, queso y vino allí arriba. Subimos 50 minutos en autobús por carreteras imposibles y el recorrido a pie es una hora y media, dicen. Nosotros lo hicimos en dos horas y media con nuestros pit-stops queseros. Eso sí, hay mierda de vaca por todas partes. Creo que las vacas odian a los humanos y hacen lo que pueden para que no vuelvan, en este caso cagarse por todas partes. Vimos cabras, cerdos y algún que otro hijoputa, pero eso es inevitable en esta sociedad...






Tras los Lagos emprendimos el camino a Corvera, donde estaba ubicada La Casona Azul, espectacular casa colonial. Lo dicen ellos, no nosotros. Paramos en Puente Viesgo: no, no es una serie de TV que guarda un secreto, es un pueblo donde la selección española de fútbol se hospeda durante años, en un famoso balneario. Por supuesto, fuimos al balneario, entramos sin permiso y Belén plantó un pino en uno de sus arcaicos aseos. El pueblo es precioso, con una iglesia estupenda y un ayuntamiento espectacular, pero está repleto de pijos. Creo que no he visto más pijos por metro cuadrado en mi vida, ni en un torneo del Grand Slam de tenis. Es acojonante. La Casona Azul tiene el jardín más espectacular que hemos visto en un hotel, aunque esto es un bed and breakfast disfrazado de hotel. Es igual, el jardínes increíble. Las habitaciones, muy poco discretas, se oía todo. 





Esta mañana hemos ido al Parque de la Naturaleza de Cabárceno, una especie de zoo (porque lo es) donde los animales pueden moverse libremente en unas grandes superficies. Hay de todo: elefantes, watusis, jirafas, leones, osos, reptiles, leones marinos... A mí me hacen gracia los camellos y los dromedarios, a Belén le gustan las jirafas, que tienen mucha clase. Hay un telecabina que te lleva de un sitio a otro muy rápido, pero lo suyo es coger el coche y recorrerlo con el mapa. Truco: Google Maps funciona bastante bien en el recinto. Buscas "osos" y no te tienes que pelear con el mapa.











Ya en Santander hemos visto el Casino y un edificio en memoria de Emilio Botín con vistas espectaculares pero que no pega ni con cola en el sitio ese. Delirios de millonarios queriendo dejar su huella en la ciudad, supongo. Mañana vamos al Palacio de la Magdalena en Santander, visitaremos San Vicente de la Barquera, Santillana del Mar, Llanes y Ribadesella. Tour de force importante. 

¡Seguimos p'alante! Si has llegado hasta aquí, podéis comentar algo debajo de estas líneas. Que el blog sea interactivo es importante para nosotros...