domingo, 3 de septiembre de 2017

USA 2017, Días 5-6: nuestra Gran Boda Americana



Hola a todos aún desde Chapel Hill, en el corazón del estado de North Carolina. Estamos bastante cansados tras la boda de Fara y Erik ayer, y lo peor está por llegar. Tenemos siete horas de coche hasta llegar al aeropuerto de Dulles, en Washington, nueve horas de vuelo hasta Barcelona... y lo que es aún más terrible, llegamos a las 07:45 de la mañana. La tendencia natural sería meterse en el sobre como si no hubiera mañana, pero eso es un error. Para combatir el jet lag, hay que intentar acostarse a tu hora habitual, siempre. Es lo único que funciona, y tampoco es que funcione muy bien. El caso es que hoy dormiremos mal a posta, nos iremos a Washington exageradamente temprano y esperamos estar terriblemente cansados cuando entremos en el avión. Si dormimos por el camino y aguantamos estaremos bien. En cualquier otra combinación, estaremos jodidos.






El viernes por la noche hicimos la prueba del menú. A ver, no lo hemos entendido muy bien porque nos sacaron una pila de comida impresionante... que luego no acabó en el menú de la boda. Había barra libre, cortesía de la madre de Fara, y tuvimos la oportunidad de conocer a Erik en persona, prácticamente no habíamos tratado con él. Pues bien, el tipo es de puta madre, nada más vernos nos dio las gracias por venir desde tan lejos y que había oído grandes cosas sobre nosotros. Erik desprende generosidad y buen rollo por todas partes, es muy positivo, nos gusta. Hacen una pareja cojonuda. La vuelta al hotel se hizo un poco pesada, pero la experiencia mereció la pena.









Antes de la boda de ayer decidimos visitar las dos universidades más conocidas de los alrededores, North Carolina y Duke. Daba la casualidad de que era el primer día de universidad, pero mentiría si dijese que había un ambientillo especial si no fuese porque había fútbol americano. Por azar decidimos ir primero a Duke, la sede de los Blue Devils. La universidad es impresionante, con unos medios fuera de lo común - laboratorios que son edificios enteros, gente entrenando por todas partes y una tienda que podría ser como una planta de un Corte Inglés de provincias. La hostia. Vendían de todo - libros, camisetas de todos los deportes, incluyendo el Lacrosse, balonces, recuerdos... ¡de todo! 









Nos costó un poco pero encontramos el museo, en el que los cinco títulos NCAA del equipo de baloncesto masculino son el eje central. Grandes jugadores han pasado por Duke - Kyrie Irving el último, pero también Grant Hill, Elton Brand, Christian Laettner, Shane Battier y muchos otros. El jefe de todo esto es el entrenador Mike Krzyzewski, que lleva más de 1,000 partidos ganados con Duke e hizo que el equipo nacional de USA ganase 88 de 89 partidos con él al mando. La única derrota fue contra Grecia en las semifinales del mundial 2006, que acabó ganando España exactamente hace 11 años.





Tras quedar gratamente sorprendidos con Duke y comprar un par de souvenirs nos dirigimos a la Universidad de North Carolina. Ambos equipos de baloncesto tienen una sana rivalidad. En el museo de la fama de Duke hay un sitio donde le das a un botón y reproduce el nivel de ruido de un partido. El voluntario, que debería tener 70 años, me dijo "qué, impresiona, ¿no?". Y le dije: "pues la verdad, no, señor, porque yo vengo de Europa, trabajo en la EuroLeague y he visto ambientes baloncestísicos que usted ni imagina, como 20,000 personas cantando a la vez e intimidando a un rival - hablo de personas adultas cuya vida entera es su equipo, no estudiantes pijos como los de aquí". El hombre se quedó perplejo, pero es que es la puta verdad. Vas al campo de Estrella Roja, Panathinaikos, Olympiacos, Fenerbahce... y tienes una sensación de hostilidad que en el college no tienes.



El caso es que North Carolina estaba cerrado porque había fútbol americano, el primer partido del año. Había gente vestida de celeste por todas partes, parecían todos del Celta de Vigo. Mucha gente cocinaba en sus casas unas tremendas barbacoas para luego ver el partido por la tele. La mayoría iban de peregrinación al estadio y claro, ahí estábamos nosotros en medio, sin saber muy bien qué pasaba hasta que nos informamos. Cambiamos el plan y dimos una vuelta con el coche para hacer un par de vídeos, porque allí no se podía estar.





Tras una parada en boxes para comer, dormir un poco de siesta (Javi) e ir a la peluquería (Belén, claro, Javi no tiene mucho que arreglar, el pobre mamón) tiramos hacia la boda en Uber, con una señora que no se callaba ni debajo del agua, la muy cabrona. El recinto donde la boda y el banquete, todo en uno, estaba a unos 50 kilómetros, en un lugar llamado Saxapahaw. El día anterior habíamos visto bisontes por ahí sueltos, impresionaba mucho. El tiempo respetó a los novios esta vez, así que todo estaba dispuesto para el Gran Momento. Los padrinos, cinco por bando, entraron antes que los novios. Es curioso que John, ex prometido de Fara, era uno de los padrinos de la boda. De hecho, John y Erik, el novio, son grandes amigos. Esto en España no pasa, claro, tu ex anterior aparece en la boda y la ristra de insultos, impresos y puestos uno detrás de otro con letra tamaño normal, llegaría de Barcelona a Sebastopol. Subieron al estrado con una tiparraca que hablaba muy bien y que hizo de maestra de ceremonias y se juraron amor eterno delante de todos nosotros.











Una vez acabó la ceremonia, retiraron las sillas y nos mandaron a una especie de cocktail en el piso de arriba. Los novios se fueron probablemente al sitio más feo que había para hacer todos - estábamos rodeados de naturaleza, pero las fotos de hicieron en una pared horrorosa llena de graffitis, no sé por qué. Resulta que había un español más en la fiesta, que prácticamente se había colado como amigo de una amiga de la novia, y había más gente que hablaba español. No hubo alcohol de gran graduación, pero sí corrió la cerveza y el vino a litros. El DJ era clavado a Santiago Segura en El Día de la Bestia y aceptó hacerse una foto con nosotros. Conocimos a mucha gente, incluyendo al abuelo de Erik, que había servido en la marina y había visitado Barcelona y Palma de Mallorca. El señor James seguramente disfrutó mucho en España, porque lo recordaba con una sonrisa de oreja a oreja, el muy picarón.








Belén se desenvolvió perfectamente en inglés y aunque nos fuimos de los últimos, la fiesta siguió sin nosotros. Uno de los muchos detalles que tenía la boda eran galletas de la fortuna con mensajes escritos por la propia Fara. A mí me salió "las palomas te amarán", lo cual no deja de tener su gracia, porque yo odio a las putas palomas. Bichos inmundos que se cagan por todas partes, transmiten enfermedades y parecen ratas con alas, joder. Tras la fiesta una decena de personas se fueron a hacer una fogata, pero joder, aquello estaba muy retirado y no tenía intención de que un bisonte me mordiese en el lomo. Estábamos bastante doblados tras siete horas sin parar de beber, así que volvimos con un Uber, un señor mayor que iba a la boda de su hija el fin de semana que viene. Decía que iba a llorar mucho, pero hombre, es ley de vida. Nenaza. Mamarracho.










Al día siguiente había un brunch en casa de Fara y Erik, que, por cierto, está de puta madre. Viven al lado de un pequeño lago, en un lugar supertranquilo y en una casa de tres plantas con un ático realmente maravilloso. Si viviese allí iba a llenar el ático de discos, tecnología y una tele enorme con puffs para sentarse, lo tengo claro. Iba a envejecer en ese puto ático. Fue la oportunidad de despedirnos hasta la próxima - Fara y Erik se van a Fiji de viaje de novios y van a intentar tener hijos. Les hemos sacado la promesa de que cuando Fara esté embarazada, inmediatemente pidan vacaciones y se vengan a Barcelona - ¡ojalá! Ana también espera su segundo hijo y aunque será difícil que nos veamos todos tan fácilmente, encontraremos la manera de hacerlo, estoy seguro.





Lo dicho, nos toca coger carretera y manta, volver a Barcelona y empezar a trabajar, pero antes tenemos un largo camino de vuelta. Ya os contaremos qué tal nos va: ¿os acordáis de la última vez, cuando nos pasaron a business por todo el morro tras dormir en un sitio inmundo en Kuala Lumpur? Siempre nos pasan cosas...

viernes, 1 de septiembre de 2017

USA 2017, Día 4: Rayos, truenos, centellas... y prueba del menú



Hola a todos desde Chapel Hill, North Carolina, el hogar de los Tar Heels, uno de los equipos de baloncesto más míticos de todos los tiempos. Están picadísimos con la Universidad de Duke, que está por aquí cerca, en Durham. Pasa que a mí siempre me ha gustado Duke y esta gente de UNC (Universidad de North Carolina) me dan un poco por culo. Estar en un hotel lleno de fotos de los Tar Heels me da urticaria. En fin, quiero empezar la entrada de blog de hoy dándole las gracias a Belén, que ha conducido durante siete horas hasta aquí en unas condiciones climáticas que ni Dios mandado una plaga a Egipto un día que perdió su equipo de fútbol en el último minuto. Es una jabata y aprendo de ella cada día.







Hemos salido de Washington a las 10:30, bastante satisfechos por nuestro paso por la ciudad. La verdad, el día amaneció bastante bueno en Washington pero se ha ido enmarronando poco a poco. La idea era hacer cuatro paradas antes de llegar a nuestro hotel - una cosa no quita la otra, la habitación es impresionante, como para entrar a vivir. Más o menos cumplimos con las dos primeras paradas. La primera fue en Fredericksburg, un sitio donde hubo una batalla bastante bestia de la guerra de la secesión. Teníamos prisa, así que no hemos visitado el campo de batalla en sí. La batalla fue clave en ese geurra y ganó el norte, claro. Daba la sensación de que eran todos bastante yankis. Le preguntó una señora que de dónde era, le dije que del sur y cuando se me iba a echar al cuello le dije "eh, del sur de España, hija de puta reprimida caranabo". El caso es que se acucharó un poco, no sé si porque no era sureño americano o por la cantidad de barbaridades que le dije.






De ahí pasamos a Richmond, Virginia, donde empezó a llover de verdad. Antes de que llegase la parte chunga del viaje paramos allí, hicimos unas fotos, un vídeo y tomamos un café excelente en la Biblioteca Pública de la ciudad. Richmond parece una ciudad que se mueve - en un mes organizarán los mundiales de ciclismo - pero aburrida hasta decir basta. A partir de ahí, catarsis. Nos pilló una tormenta increíble, de no ver tres en un burro a 20 metros de distancia. Menos mal que en episodios anteriores nos pasó algo parecido en Orlando. Seguimos el mismo truco - bajo la lluvia torrencial, ponte detrás de un coche con luces potentes y síguelo como si no hubiese un mañana.





Pasamos la primera tormenta y paramos a comer donde fuese, porque ya eran las tres de la tarde y teníamos más hambre que el que se escapó de la cárcel. Sorpresa, había un bar de Moe, así que fuimos para allá. Hemos comido solo regular en una taberna de mierda en el medio de ninguna parte, algo que tachar de la lista, supongo. Decidimos reanudar a marcha, dos horas de camino hasta Chapel Hill sin parar, y así lo hicimos, escuchando a María Jiménez, Luz Casal, Radio Futura, La Frontera y demás gracias al Bluetooth de coche. Nos pilló otro tormentazo tremendo, hice un vídeo, pero no en el momento que más llovía.





Aunque el estrés era máximo y la cama muy cómoda, Belén tomó la decisión de volver a la carrertera y llegar a la prueba del menú de la boda de Fara y Erik. No los vemos muy a menudo y era una oportunidad de estar con ellos. De hecho, hemos conocido a Erik hoy mismo, y el novio es un tipo alegre, casi campechano, que estaba encantado de vernos. Hemos conocido a Fawn, la hermana gemela de Fara, pero nos cae mejor nuestra amiga. Estaba su ex-novio John, que con el tiempo se ha hecho muy amigo de Erik. Es muy raro, porque mañana John, que llegó a pedirle matrimonio a Fara, verá en directo como se casa con otro. No todo el mundo tiene los cojones de hacer una cosa así. Estaba nuestra aiga Ana, a su vez la mejor amiga de Fara, la novia en la boda. Hemos conocido a su hijo Thomas, que nos ha caído muy bien.



Mañana habrá visita a Chapel Hill y Durham y por supuesto, la boda. No habrá blog por motivos altamente relacionados con el alcohol, pero prometemos que la espera merecerá la pena. Hoy ha sido un día muy duro, con mucha lluvía, pero Belén puede con eso y con más. Recuerden que puede dejar comentarios debajo de estas líneas. Llevamos cinco entradas sin comentario y joder, lo primero que hacemos al levantarnos cada día es mirar si alguien ha dicho algo. Procedan, pues...