sábado, 4 de julio de 2020

¿La Vuelta al Mundo? ¡No! ¡La vuelta a la manzana!

Barcelona remodelará y ampliará la Casa de la Lactància


Hola a todos desde Barcelona. Como sabéis (y si no lo sabéis, lo sospecháis) se nos han jodido todos los planes que teníamos en 2020, incluído un gran viaje veraniego. Aprovechando que nos conocimos en 2000, para celebrarlo íbamos a dar la vuelta el mundo pasando por Nueva Zelanda y Canadá. Hemos comprado un montón de ropa térmica que ahora no vamos a usar - coño, estoy pensando en aprender a esquiar solamente para darle uso a toda esa mierda - y en fin, esperamos poder hacer el viaje en 2021. Nada nos lo asegura, pero somos optimistas.




En línea con el buen sentido del humor que demostramos en este blog (aunque seguro que hay alguien a quien no le hace ni puta gracia y en tal caso, amigo lector crítico, te puedes ir directamente a la mierda y ducharte con vinagre y caca de mono el resto de tu vida), ya que no podemos dar la vuelta al mundo, hemos decidido dar la vuelta a la manzana. La idea original es de nuestro amigo Óscar Cuesta y tenemos que decir que fue una vuelta a la manzana muy provechosa. No diremos dónde ni cómo, pero durante la vuelta a la manzana hasta nos hicimos el test del COVID-19 - por cierto, nos salió negativo a los dos, sin anticuerpos.







La primera decisión era muy importante: dar la vuelta a la manzana para un lado o para el otro. Parece que no, pero esta entrada del blog hubiese sido muy distinta sin vamos para el otro lado, claro, igual no nos habríamos fijado en las mismas cosas. Salió dar la vuelta en el sentido contrario de las agujas del reloj, así que lo primero que vimos es un chorro de tiendas asiáticas. Lo primero que vemos es un todo a 100 que ahora es más bien una tienda de plantas. Suponemos que el dueño tuvo un problema con la mafia china porque le faltan tres dedos, pero es un crack y alguna vez le hemos defendido cuando algún gilipollas se caga en él delante nuestro. Es un tío currante, amable, aunque quizás tenga un pasado tortuoso, quién sabe. Antes de llegar a la esquina hay una frutería pakistaní, una peluquería china, un badulaque con una gran selección de sangrías cutres pero que nos da mucho avío, sobre todos los fines de semana, y un bar regentado por chinos, el Luna. Es uno de mis sitios favorito del barrio, porque está en el chaflán, tiene buenas vistas, corre el airecillo, la cerveza está fría y el café está bueno. Qué más se puede pedir, oiga.




Pasada la farmacia, en la que intentamos entrar lo mínimo por motivos obvios (mala señal entrar mucho en una farmacia, ¿no? Hay un límite en la cantidad de pañuelos de papel, pasta de dientes o condones que se pueden comprar, con casi todo lo demás, es que algo chungo te pasa) está la joya de la manzana, la Lactancia Municipal. Belén os explica perfectamente su historia en el vídeo, pero la Lactancia hoy en día es una Residencia para personas mayores. Tras una serie de comercios random y un restaurante peruano de los muchos que hay por la zona llegamos a la Floristería Vilaplana, que estaba cerrada, y de ahí al Piccata.







El Piccata es nuestro restaurante de referencia en la manzana. Su sueño, David, apareció en el blog cuando fuimos a Japón: fuimos a cenar juntos en Tokyo y acabamos en un karaoke muertos de risa. David está sorteando la crisis como puede, y tiene la ventaja de que tiene una potente legión de fieles clientes en el barrio, con lo cual depende del turismo mucho menos que casi todos los restaurantes de Barcelona. Aprovechamos para saludarlo y recordar los tiempos de Japón. David es un gran viajero, más que nosotros, pero por mucho que lo intentamos: 1) no conseguimos que escriba su blog y 2) no nos contrata para viajar con él y hacerle un blog y una película. Pero ha ido a sitios muy chulos, la verdad. Al otro lado de la calle está la Casa Golferix, que si bien no está en la manzana, hemos decidido hacerle un vídeo.







El tercer tramo de nuestra manzana es el más soso de todos. Hay otra farmacia (cruzando la calle hay una tercera, por si acaso), un restaurante tailandés al que deberíamos ir más pero como el Piccata está en medio nunca vamos, y un hotel, el Leonardo Gran Vía, que irónicamente está en la Calle Diputación, que es la paralela a Gran Vía. Gilipolleces de directivos idiotas, seguro. Tiene bastante más gracia todo lo que hay alrededor y no está estrictamente en la manzana, principalmente la cafetería Ugot, con unas tartas brutales, y L'Atelier, una pastelería no muy lejana donde hacen los mejores croissants rellenos de Barcelona. Iría a una competición con estos croissants y me llevaría el primer premio, seguro.







En el último tramo de la manzana está el mítico Tango, una sala de fiestas perfectamente insonorizada. Es increíble, porque el local es grandísimo y no se oye un puto ruido fuera. El Tango, con los años, ha evolucionado y tiene dos versiones: a veces cambia durante el día. La primera es la versión clásica, una sala especializada en gente de más de 55 años con ganas de bailar. Os sorprendería la fauna que hay dentro, tíos echaos p'alante pensando que aún pueden follarse a alguna de las viejas, señoras con más pintura que la puerta de un estadio de fútbol dejándose querer... Suponemos que la música serán pasodobles, Raphael, Julio Iglesias y demás. La segunda versión es un discoteca gay, de ambiente, con su cuarto oscuro para hacer marranadas - no es que hayamos ido, es que hay carteles que indican dónde ir. No hemos ido a la versión pollavieja cañí, pero sí a la versión gay, particularmente en los dos últimos fines de año, y nos hemos reído un montón. Sería divertido, eso sí, que alguien se equivoque y vaya al horario equivocado, particularmente en el caso de un machito sesentón con dos viagras en el cuerpo, dispuesto a impresionar a las señoras con su temple y su rabo potente, y que de repente vea el percal de gente joven disfrazada y abiertamente gay. Vaya shock.




No queremos olvidarnos del Bar Diamante, el punto de encuentro por excelencia, estratégicamente colocado entre nuestra casa y el Mercadona. Herminio, su dueño, se parece a Josep Pedrerol y es un currante ejemplar. Parece muy serio pero luego tiene un sentido del humor bastante sarcástico. Está en el chaflán, justo al lado del Tango, y aunque hay tres bares en esta esquina, el bueno es el suyo. También está la Ferretería Usmania, lugar a evitar por sus altos precios, pero claro, si se te jode alguna cosa urgente, es la opción por defecto. Teníamos un restaurante chino debajo de casa pero salieron pitando con el tema de la pandemia y no han vuelto. Eso sí, se han dejado el wifi puesto, lo cual es muy importante. Nuestro wifi no llega al cuarto de baño pero el suyo sí, y si queremos cagar mirando Internet, es ellos o nada. Espero que no se den cuenta de su error en un tiempo. Es fundamental, oigan.




Queda pendiente hacer una vuelta a la manzana expandida: esto es, la vuelta a la manzana pero por la acera del otro lado. Si la hacemos, veréis que hay desde una escuela de protocolo (¡hola, Pablo!), un puticlub chino (¡hola, Eustaquio!), tiendas de comida argentina, un parking, el hotel Villa Emilia, una tienda ultrarrancia y carísima, una copistería con un perro dentro y hasta un spa. Eso lo dejamos para otra ocasión, si este post tiene éxito, que tampoco es plan de ir haciendo el gilipollas por el barrio. ¡Hasta la próxima!







PS: Este blog no está completo sin una toma falsa...

PS2: Estamos disponibles para dar una vuelta a vuestra manzana y hacer un vídeo parecido. Nuestras tarifas son insultantemente elevadas, pero obtendrá un blog de gran calidad.