martes, 26 de junio de 2018

Oh, Porto! Viva Sao Joao!



Hola a todos. Hemos pasado un gran fin de semana en Oporto. Es incluso difícil saber por dónde empezar, pero lo más fácil es ir cronológicamente. Vaya por delante de que Oporto es una de los secretos mejor guardados de Europa, una ciudad sin mucho turismo, con muchísimo que ver, gente muy amable y una calidad-precio difícilmente batible en Europa Occidental. Si tuviésemos que vivir fuera de España, Oporto sería una de nuestras opciones prioritarias. 





La verdad es que el fin de semana no empezó excesivamente bien. En el vuelo de ida nos tocó cerca la persona con la voz más desagradable del mundo, una tía que hablaba a gritos y no callaba ni debajo del agua. En mi vida he visto a una persona ser capaz de tocarle los cojones a ocho filas del avión por delante y por detrás simplemente a base de hablar a todo pulmón. Afortunadamente me he comprado unos cascos con gran cancelación de ruido y de esas 16 filas, quizás fui el único que solo la escuchaba muy de fondo - mientras el resto del pasaje fantaseaba con comprar tres latas de fabada en el peor economato de España, hacérsela tragar y luego meterle la lengua por el culo. Por el tono de voz parecía una señora myor pero qué va, no llegaría ni a 40 años. La gente se quejaba a gritos de ella pero no se daba por aludida, era acojonante. Si el infierno existe, la gente hablará como la tipa esa.

















Encima llegamos y se pone a llover. Traíamos ropa como si fuese verano estricto y nos preocupamos. Una rápida visita a una bonita calle comercial muy cerca del hotel solucionó el problema de inmediato. Cogimos el metro hasta nuestro apartamento, un coqueto piso en todo el centro de Oporto, dejamos las cosas, nos familiarizamos con algunas de las costumbres de Sao Joao (de eso hablaré más adelante) y nos fuimos a probar la gastronomía local. Ya sabíamos que la comida portuguesa era estupenda, así que solo se trataba de confirmarlo. También fuimos a la Librería Lello, uno de los lugares donde se rodó Harry Potter. Es una de las librerías más bonitas del mundo, eso se lo doy, pero he visto sitios mejores. Para mí, Strand, en New York, sigue siendo la máxima referencia en librerías, y eso que es de segunda mano. De todos modos solo por haceros unas fotos y explorar un poco, la visita a Lello merece la pena. 

Solucionados todos nuestros problemas - de vestuario, de hambre, de tener que aguantar a la tipa esa - y tras dar un primer paseo por la ciudad nos fuimos a dormir una siesta de campeonato. Una de las mejores de la historia. Tanto fue así, que directamente nos fuimos a cenar con la calma a un sitio precioso elegido por Belén, llamado éLeBê Entreparedes. Local elegante, comida de primera, camareros atentos... lo pasamos muy bien. De ahí decidimos que lo suyo era tomarse una copa y tirando del móvil llegamos a The Royal Cocktail Club, en el centro de la ciudad. Madre mía, qué cócteles más bien puestos, qué música más bien elegida aunque no fuese mi rollo, qué bien todo. Hay que volver, o directamente montar uno en Barcelona. Luego fuimos a otra discoteca, pero era pachangeo puro, se podía fumar dentro... era como si fuese 1986. Lo pasamos bien, en definitiva. También tuvo gracia que un amigo que vive en Australia me dijo por Instagram que fuésemos a un bar y estábamos a 50 metros. Inmediatemente le mandé una foto y flipó. No se lo podía creer.
























El sábado era la celebración de Sao Joao, pero a esa parte ya llegaremos luego. Hicimos tres cosas muy interesantes antes de la fiesta de marras. Uno, fuimos a la Catedral de Oporto, muy bonita por fuera y no tanto por dentro, pero pagando tres euros accedes a un Claustro impresionante, con buenas vistas, muy bien conservado, que da gloria verlo. Por segundo día consecutivo nos encontramos con gente de Montreal, Canadá. Les pregunté que qué pasaba, que si había vuelo directo y dijeron "sí, lo hay". Información a retener para próximas aventuras - aeropuerto potente, conexión con América. Segundo, fuimos a comer a un sitio con seis mesas llamado Taberna dos Mercadores. Pedimos un arroz de marisco que estaba muy bueno, pero luego probamos un arroz de pulpo (cambiando un plato con unos andaluces de la mesa de al lado) que estaba incluso mejor. Tercero... ¡El Palacio de la Bolsa! Una auténtica pasada de edificio, con una de las salas más bonitas que haya visto en ningún palacio nunca. La visita es guiada y un poco cara, nueve euros, pero vale cada céntimo que gastes. Toda una sorpresa, porque no impresiona tanto por fuera.



















Hubo tiempo más que suficiente para otro siestorro antes de la gran fiesta de Sao Joao. Es algo inexplicable y creo que impensable en España, aquí acabaríamos a hostia limpia en menos de media hora. La gente, o sea, todo el mundo, compra martillos de plástico, de juguete, y se pasa toda la noche dándole martillazos a la gente en la cabeza, los conozcas o no. No es una cosa que hagan solo los niños, es todo el mundo. De repente ves a un señor de 70 años con su martillo de juguete pegándole golpes a perfectos desconocidos y todos sonriendo. El buen rollo de la fiesta es impresionante y espero que nunca se pierda la magia. Es como si una ciudad entera volviesen a ser niños y se pusiesen a jugar de forma muy absurda. Cero malos rollos, y eso que Belén pudo darle con el martillo a 300 personas, tranquilamente. La gente lanzaba farolillos al cielo - supongo que los habéis visto, se calientan y salen despedidos hacia arriba como si fuesen una linterna - y a las doce de la noche hubo un espectáculo de fuegos artificiales como hemos visto pocos. Antes de eso comimos al lado del piso - Belén es una gran fan de las sardinas asadas y yo me pedí una francesinha, el sandwich típico de Oporto: pan de molde consistente, carne y embutidos indeterminados a punta pala, queso fundido por encima, una salsa hecha de cerveza y tomate, un huevo frito por encima y patatas aparte. Una guarrada de primer nivel, pensaréis. Pues estaba muy bueno, repetí al día siguiente. Total, al final estuvimos haciendo el monguer hasta las cuatro de la mañana y nos comimos un bocata de Dios-sabe-qué-carne-es-esta por el camino. 






Como nos íbamos tarde el domingo y tampoco acabamos muy mal, madrugamos para hacer algo que es fundamental en Oporto: visitar una bodega. Hay muchas, pero con ver una están vistas todas. Decidimos ir a la Bodega Ferreira (pronunciado frrrrrrrrrrrrrrra) porque nos venía bien por ubicación, es la más grande y estaba abierta con un 100% de probabilidad. Nos hicieron una visita guiada explicando los distintos tipos de vino de Oporto - por cierto, le echan aguardiente, qué huevos tuvo al que se le ocurrió la idea - y una cata de los tres tipos que hay: blanco, ruby y tawny. Conocimos a una familia brasileña muy simpática que hasta sacó a su hija de una furgoneta fuera para que la conociésemos. Supongo que a la niña, que estaría enchufada a un iPad, le hizo la misma gracia que a Pérez Reverte presentar un telediario en TV3. Tras un pit stop en un mercado cogimos un telesférico hacia un misterioso edificio que hay en lo alto de la ciudad y pudimos ver el puente principal de Oporto, hecho por Eiffel, el mismo jipi que hizo la Torre, claro. Cruzamos el puente - Belén estuvo torera, ganándole al vértigo por 4-0 - y fuimos a comer a un sitio local antes de dar un paseo en barco. Por tierra, mar y aire, vaya. 










Volvimos con la intención de volver, claro. Obviamente, en los vuelos de Ryanair siempre pasan cosas. Esta vez no estaba el amplificador humano desagradable, pero sí nos tocó una señora de nuestra edad que tenía el último asiento del avión y, ole su coño moreno, decidió subir por la parte delantera del avión. Joder, si vas la última y está la opción, sube por detrás, chocho mío. Nosotros teníamos la fila 25 y subimos por detrás, para encontrarnos a esta chica intentar pasar como si fuese Gengis Khan conquistando Persia. Claro, chocó con nosotros, en este caso con Belén, pero la tía no podía ni esperar a que pusiésemos la maleta. Al final pasó diciendo que éramos unos maleducados y unos desagradables cuando sugerimos que hubiese entrado por la parte trasera. La lógica, amigos, es lo que muchas veces separa a un viajero experimentado de una hija de la gran puta, y este es un buen ejemplo. En el pecado estuvo la penitencia - seguro que salió la última del avión, y encima tiene que vivir con la lacra social de ser una imbécil integral, cosa que, desgraciadamente, aún no tiene cura. 





Recomendamos visitar Oporto y volveremos pronto, espero. Este fin de semana estamos en el VIDA Festival y servidor de ustedes se va a Londres a ver a The Cure, Editors, Interpol, Ride y Slowdive en uno de los conciertos más apetecibles de la historia. ¡Y en nada comienza la aventura asiática, ojo con eso! Habrá espectáculo del bueno...




PD: Aquí podéis ver la rebelión de Belén en la puerta de la Catedral, con toda la razón del mundo. Podéis opinar de esto - o de cualquier otra cosa - en el campo de comentarios, justo debajo de estas líneas.

jueves, 21 de junio de 2018

Ah, la burocracia



Hola a todos. Seguimos preparándonos para nuestro viaje. Seguramente no sea ni medianamente prudente hacer la entrada de blog que viene ahora mismo, pero confío en la verdad más absoluta que acompaña a este humilde espacio de Internet: que nos leen cuatro gatos. Además, cualquier parecido con la realidad puede ser mera coincidencia y vamos a obviar mencionar el país en cuestión por si acaso, lo llamaremos Zitán. El caso es que hemos pasado unos ratos muy divertidos en su consulado últimamente y no me puedo resistir a contároslo. Ha sido un divertido cocktail de agonía, rabia, desesperación, indignación y por supuesto, ira. Mucha ira.

Todo empezó precisamente con la entrada de blog anterior. Un amigo nuestro - Xavi, bendita sea la hora que hiciste el comentario, la que has liado - nos indicó que en según qué circunstancias se puede pedir un visado de 72 horas para entrar a Zitán en el propio aeropuerto, sin coste alguno, cumpliendo una serie de condiciones. Una, que estés en el país menos de 72 horas. Dos, que entres por un país y salgas por otro... y tres, que no salgas de la ciudad donde pides el visado, o de, digamos, la provincia a la que pertenece esa ciudad zitaní. En nuestro caso llegamos a la capital de Zitán, llamada Nueva Madarnia, via un país de los que visitamos, estamos menos de 72 horas y nos vamos a otro país, y no salimos ni de la ciudad. Tres de tres, cojonudo. La información en Internet parecía concluyente, pero por si acaso decidí ir al consulado zitaní para preguntar y así contrastar la información.



El consulado zitaní está ubicado de forma muy conveniente, así que estaba allí 45 minutos de que abriese. Solo abre tres días a la semana, lo cual es ya sintomático y te da una primera pista. Salió un tipo que no tenía nada de zitaní, la verdad - era sudamericano, pero definitivamente igual de zitaní que, digamos, Leo Messi. El tipo empezó a dar una serie de explicaciones sobre el visado: hay que presentar el pasaporte original, una copia, el DNI original, una copia, la confirmación del vuelo de entrada y salida del país, la confirmación del hotel, una foto donde se te vean las dos orejas perfectamente y rellenar un formulario de dos páginas con preguntas más allá de lo imaginable, como en qué países has estado en los últimos 12 meses, la dirección tanto personal como de trabajo, quién financia tu viaje, etc. Es la hostia. Yo no venía a eso, solo quería preguntar lo del visado de tránsito, así que fui a hablar con mi hermano sudamericano, elegantemente vestido con un chaleco reflectante.

- Oiga, amigo. Verá, yo solo vengo a preguntar por el visado de tránsito, no a sacar ni a recoger ningún visado. ¿Sería tan amable de..

+ (cortando) YO NO SÉ NADA DE ESO. TENDRÁ QUE HACER LA MISMA COLA QUE LOS DEMÁS: TOME UN NÚMERO Y VUELVA A LA LÍNEA

- Vaya, qué torrente de voz. Le agradecería que lo bajase la próxima vez.

- A LA COLA.

Joder con el nota este. Dale una mierda de chaleco a alguien y se cree Dios. Total, que ya que estaba allí, intenté ver cómo reaccionaba la gente y qué había que hacer. Mientras tanto, hice cola en una ventanilla de información. Cuando llegó mi turno, pregunté por el visado y me dijo que fuese directamente a la ventanilla, que ella no me podía informar. Y yo pensé, joder, vaya mierda de ventanilla de información. Al final llegó mi turno. En la ventanilla había un señor rapado al cero con gafas.

- Hola, buenos días. Verá, que voy a estar en Zitán, su gran país, menos de 72 horas y quería información sobre un visado de tr...

+ Lo siento, pero no le podemos dar información sobre ese visado. No tenemos autoridad para hacerlo. Si quiere sacarlo, tendrá que ser por su cuenta.

- ¿Cómo? Pero es imposible que ustedes no sepan toda la información sobre los visados que hay. ¿Es una broma?

+ No, lo siento, no le puedo dar información. Si saca ese visado se arriesga a no entrar. Tiene usted que llamar a la oficina de aduanas zitaní o al aeropuerto de Nueva Madarnia.

- El aeropuerto de Nueva Madarnia, ya... claro... ¿Y me podría usted dar el número?

+ Lo encontrará online.

- ¿Y qué llamo, por la mañana o por la tarde? ¿Pregunto por usted?

+ No entiendo qué quiere decir

- Mejor no le digo lo que pienso, porque entonces más que entrar en Zitán, me vais a sacar a gorrazos.

+ ¿Cómo?

- Anda y vete a la Venta del Nabo, hijo.



Tuvimos una reunión familiar en casa. Está claro que esto es una estafa para pagar el precio del visado. Probablemente no hay ningún problema en sacar el visado en el aeropuerto, pero si lo hubiese, nos quedaríamos tres días en la más absoluta mierda, como Tom Hanks en la terminal pero en un aeropuerto zitaní - y ese es el mejor de los casos, porque me estoy inventando el nombre del país y puedo inventarme unas leyes que flipas. Decidimos que sacaríamos el visado de pago aunque cumplamos los requisitos para el gratuito. Así que juntamos todo: los pasaportes, los DNIs, las fotocopias, la confirmación de vuelos y hotel, las fotos donde se nos ven las orejas, el formulario relleno con todas las preguntas funkys, y nos fuimos al consulado, por si acaso, con material extra como el Libro de Familia, el certificado de empadronamiento, la cédula de habitabilidad, un cartel de propaganda de Ka-Gah-Jong, el Rey de Zitán, que vendían en la tienda de abajo de casa y una foto adhesiva de Simon Le Bon, el líder de Duran Duran, grupo muy popular en Zitán. Llevábamos toda la información necesaria rigurosamente clasificada para llegar, hacer el visado e irnos.

En la cola Belén coincidió con un amigo de la profesión, no me acuerdo de su nombre, pero era muy majo. Estaba un poco más alante que nosotros en la cola, pero total, luego pasas y te sientas en unas sillas feísimas, así que pensé, joder, ahora hablaremos dentro. Cogimos nuestro número de turno y tratamos de entrar en el edificio cuando el julai del chaleco reflectante me agarró del brazo.

- SOLO PUEDEN PASAR LOS NÚMEROS DEL 22 AL 26.

+ Primero de todo, caranabo, si me vuelves a tocar eres hombre muerto. Me da igual que me arresten, acabaré con tu mierdosa existencia hoy mismo.

- YO SOLO HAGO MI TRABAJO

+ Vale, pero no me vuelvas a tocar ni a gritar, hostia. Segundo, tengo el número 27, que es el siguiente en entrar ahí, y ya han salido dos personas, y tercero, hay un amigo nuestro ahí dentro y por eso quiero pasar, no es que vaya a robaros el boli o algo así.

- USTED PASARÁ CUANDO YO DIGA

Tiene cojones la cosa. Dale un chaleco reflectante a un gilipollas y que domine el mundo. Fijo que Jesús llevaba un chaleco reflectante en el Sermón de la Montaña. Una vez dentro Belén coincidió con una amiga, zitaní para más señas, que se llamaba K.Lee, como J.Lo. Muy buena gente, ahora, no sé cómo lo hace, pero Belén conoce a todo el mundo, incluso gente de países que no existen. Es alucinante. En fin... Llegados a este punto yo estaba en estado de ebullición absoluta, a punto de estallar así que le dije a Belén "habla tú, que si no le voy a decir de todo al pelao de las gafas". Y así fue, Belén procedió a la ventanilla cuando los tocó el turno y yo guardé un discreto segundo plano. 



De repente Belén se va de la ventanilla hasta la fotocopiadora. "Falta un papel", dijo. Y ahí estaba yo, delante de mi némesis otra vez. Improvisa, Javi, di lo que sea... La cosa fue más o menos así, exagerando un poco, como siempre, por motivos humorísticos.

- Hey, qué pasa, Gafas. Me mola tu pelao, pareces Eminem en 2001. Oye, que llamé al aeropuerto de Nueva Madarnia. Llamé por la mañana por la diferencia horaria, ¿sabes? Me dieron recuerdos para ti pero no me acordaba de tu nombre.

+ Por favor, póngase en un lado que va a pasar el siguiente. Les falta un papel

- Mire, he mirado estos papeles 50 veces y no nos falta nada. ¿Qué papel falta?

+ La fotocopia del pasaporte de su mujer.

- Perdone, pero ese papel está ahí.

+ No está, y APÁRTESE A UN LADO, POR FAVOR

- Es que está aquí, me juego sus gafas a que está aquí.

+ A UN LADO

- (buscando entre los papeles y encontrando la fotocopia entre ellos) Y UNA POLLA ME VOY A UN LADO. (planto la fotocopia de un golpe en el mostrador) AQUÍ ESTABA LA FOTOCOPIA, COÑO.

+ ESA NO ES SU MUJER

- No, coño, es mi Tía Jacinta, ¿no te jode el tío?

- (pausa dramática) No vuelva a decir esas palabras aquí, le puedo denegar el visado a Zitán permanentemente.

Claro, en ese momento no puedes decir lo que te pasa por la cabeza, que viene a ser algo como... haz bien tu propio trabajo, cuatroojos de los cojones, zitaní que cagas maní, hijo de la gran puta, la fotocopia estaba ahí metida, no vales ni para mirar papeles, eres un puto mentiroso, nos están sangrando un buen dinero por la cara y fijo que te llevas comisión, cabrón, mierdoso, empleaducho de mierda de un consulado cutre de un país imaginario, que en vez de darle un uniforme al de fuera le das un chaleco reflectante como si hubiese pinchado la rueda del coche de tu puta madre. Yo me cago en Zitán y en el Rey Cagajón ese.

No. Eso no lo puedes decir. Tienes que calmarte.

- Mire, el error es suyo. Y si me deniega el visado a Zitán, hay más de 200 países a los que puedo viajar, y en la mayoría no necesito visado, y además son países reales. Así que si me quiere prohibir la entrada, hágalo.

Supongo que el de las gafas se lo pensó y, aunque es orgulloso, reconoció su error. Me preguntó que por qué había estado en Turquía en los últimos 12 meses, le dije "por trabajo" en vez de lo que pensaba, que era "y a ti qué coño te importa qué cojones he hecho en Turquía, como si me he metido en un hamam con siete tíos y hemos hecho el trenecito mientras cantábamos la Marsellesa en versión bachata". En teoría tendremos el visado el miércoles. Ya no puedo asegurar nada...



PD: Hemos abierto una cuenta de Instagram, aventura_global, donde pondremos fotos de nuestros viajes. Hasta ayer solo teníamos cinco followers, dos de ellos nosotros mismos. De los tres que faltaban, uno de ellos era María Jesús y su Acordeón. No tenemos claro qué podemos aportarle a María Jesús, pero sí que deberíamos hacer algo al respecto, ¿no créeis? Ya que a mí me va a tocar tragarme todo tipo de bebidas exóticas, sería justo que Belén baile los pajaritos en un sitio discreto como, por ejemplo, el Taipei 101. Así, a voleo. Lo de María Jesús nos hizo reir a carcajadas, desde luego. Veremos qué pasa el miércoles - antes estaremos en Oporto y os informaremos puntualmente.

PDD: ¡Viva Zitán!

martes, 12 de junio de 2018

París bien valen.... 36 horas



Hola a todos desde Barcelona. Pues eso, hemos hecho una escapada a París. Puede parecer una frivolidad pero al final no sale muy caro. Un vuelo desde Barcelona son unos 75 EUR y un hotel decente fuera de las zonas turísticas no pasa de los 100 EUR. La excusa para ir a París era un concierto de Courtney Barnett en la famosa sala Bataclan, pero la verdad es que nos debíamos volver a París por un montón de motivos que no vienen a cuento. A igualdad de precio entre Ryanair y Vueling, elegí Vueling porque vuela directamente al aeropuerto central de París, el Charles de Gaulle. Ryanair vuela a Beauvais, un aeropuerto a nada menos que 100 Km del centro de París. Lo que viene a ser donde Cristo perdió el mechero, vamos. Respecto al hotel, cualquiera cerca de la sala Bataclan me valía, así que pillé el Hotel Alhambra, muy cerca de la sala y con buena pinta.




La guinda fue algo que encontró Belén: una tarjeta de transportes que incluye traslados ilimitados al aeropuerto y por toda la ciudad por 38 EUR por persona. Parece caro, pero solo ir o volver del aeropuerto son 14 EUR y creo que la hemos amortizado bien. De hecho, al llegar al aeropuerto para coger el vuelo de vuelta le regalamos nuestras tarjetas a un par de turistas despistados para que se ahorrasen el viaje al centro de París. Desconocemos qué hicieron con las tarjetas, pero espero que las hayan introducido en la máquina y no via rectal. La tarjeta te libra de estar comprando billetes de metro todo el rato, lo cual es una gran ventaja porque no existe el típico abono de 10 viajes: o mejor, sí existe, pero te largan 10 billetes de metro a la vez. Y algunas estaciones están hechas un asco.










La última vez que vine a París fue por trabajo en 2010 y no me dio tiempo de hacer casi nada, así que puedo decir que no ha estado en París con suficiente capacidad de observación desde 2006 o así, y creo que la ciudad ha cambiado mucho, en algunas cosas para bien. París está ahora mucho más limpio y los chavales jóvenes, de 20 años para abajo, hablan inglés perfectamente. No sé quién es el responsable del sistema educativo francés, pero ese cabrón está haciendo las cosas bien. El principal problema de París es que está masificado hasta límites insospechados. Hay gente por todas partes, sobre todo asiáticos. En 2015 fuimos a Japón y comprobamos que la gente estaba completamente obsesionada con París. Pues bien, siguen estándolo, claramente. La sensación por las calles más turísticas puede ser agobiante, y eso que era 9 de Junio, no 27 de Julio. Además, el transporte público te lleva a todas partes, pero es de mala calidad, lento y mal planificado. Cada vagón de metro va lleno, siempre.








Nos dimos cuenta en seguida: aterrizamos a las 9:30 tras un vuelo bastante apacible - dormimos casi todo el camino - y a las 11:00 ya estábamos en la Catedral de Notre Dame. Había una hora de cola, así que fuimos a tomarnos un café. Nos cobraron 10 EUR por dos capuccinos que tenían buena pinta, pero a la que dabas una vuelta a la taza con la cuchara se quedaban en la mitad. Visto como estaba el panorama, decidimos irnos al Sacre Coeur, la basílica de Montmartre, de muy fácil acceso en 2005. Otra vez hasta las trancas - turistas por todas partes, tipos cantando Imagine de John Lennon a varias guitarras, imposibilidad absoluta de entrar a templo, gente vendiendo souvenirs por todas partes... el ambiente era casi irrespirable, así que obviamente nos fuimos. Belén había reservado en un restaurante para comer cerca del hotel y fue un éxito total. Entrecot y mousse de chocolate. Nos habíamos levantado a las 5:00 así que la siesta fue apocalíptica. Podría haberse caído la Torre Eiffel que no nos habríamos despertado.






Fuimos con bastante tiempo para tomarnos un par de cervezas antes del concierto, con el autobús de Courtney Barnett aparcado justo delante. A la media hora se bajó con su gente de confianza y se fue al bar de al lado. Igual era mi única oportunidad de hacerme una foto con uno de mis ídolos musicales, así que esperamos pacientemente a que terminara de cenar y nos acercamos a hablar con ella. Podría haber dicho que después del concierto, pero se paró a hablar con nosotros 10 segundos: el tiempo de una foto rápida y de preguntarle si vendrían pronto a Barcelona - por cierto, dijo que sí, así que seguramente la tendremos por aquí en Noviembre y todos, todos deberíais ir. Fue muy especial entrar en la sala Bataclan, que ha sido golpeada por el terrorismo islamista. La forma de combatir estas cosas es no tener miedo y yo lo tengo claro: nadie va a impedir que yo siga viviendo como hasta ahora. Ni me van a intimidar, ni me van a acojonar, ni van a conseguir que deje de hacer lo que me dé la puta gana. La sala está bien, se parece a la Sala Apolo de Barcelona, pero solo tiene una barra y se masifica fácilmente.






El concierto estuvo muy bien. Primero tocaron Loose Tooth, con quienes coincidimos en la puerta de la Bataclan por la tarde y nos cayeron muy bien. Después apareció por sorpresa un grupo llamado Waxahatchee al que había visto en el Primavera Sound. Suenan bastante bien, la verdad. Courtney lo petó, como era previsible: tocó su nuevo disco al completo, canción por canción, y temas más antiguos en la segunda parte del concierto, incluidos todas sus canciones más famosas: Elevator Operator, Avant Gardener y sobre todo Pedestrian At Best, que la dejó para el final. Después del concierto fuimos a cenar a un sitio estupendo que Belén reservó sobre la marcha: verdadera cocina francesa de muy buen nivel, camareros muy amables (en esto París ha mejorado muchísimo en los últimos años) y hasta muy buena música. Fácilmente, una de las mejores cenas del año. Después íbamos a acabar la noche en una fiesta de britpop que había en un lugar llamado Supersonic Club. La música estaba bien pero el local era un asco, con copas caras y malas, un penetrante olor a sobaco y gente yendo y viniendo por todas partes. Aguantamos, creo, 12 canciones y nos fuimos a dormir.


















El domingo pateamos París como campeones - ahora llevo la típica pulserita que cuenta pasos y andamos 16 Km en un día. Empezamos el día yendo al Palacio de Versalles, una gran cuenta pendiente. Creíamos que había una huelga de trenes, así que fuimos en metro y autobús. El terreno era un tanto abrupto, así que llegamos medio mareados a Versalles. Belén había contratado una excursión sin colas y os recomiendo muchísimo esta opción porque, otra vez, el Palacio está masificado, como todo lo demás. Hay tres horas de cola en Versalles, pero con el pase sin cola no llega ni a la media hora. El Palacio en sí es impresionante y los jardines molan mucho, pero es menos espectacular de lo que creíamos. Hay mejores palacios en Viena, incluso en Madrid. Hay que verlo, pero una vez tachado de la lista no hay por qué volver.







De allí nos fuimos al Trocadero, a saber: un punto donde se tiene la mejor vista de la Torre Eiffel, perpendicular a tus ojos, majestuosa. No se me olvidará que Rafa Nadal ganó su undécimo Roland Garros mientras estábamos sentados viendo la Torre Eiffel. Hay menos de un kilómetro hasta el Arco de Triunfo, así que una vez que nos sentamos y nos cobraron una barbaridad por un par de refrescos fuimos para allá. Había algún tipo de acto protocolario, señores mayores con banderas francesas, pero si no te paran el tráfico, cruzar hasta el centro del Arco del Triunfo es jugarte la vida con muchas posibilidades de perderla. Bajamos andando los Campos Elíseos, que es como Paseo de Gracia pero más amplio y más pijo, y nos fuimos al aeropuerto en un tren muy apretao.







Ahí parecía acabar la aventura pero no: hora y media de retraso en el vuelo de vuelta, y es que Vueling no perdona: si es un vuelo nocturno, pringas siempre. Menos mal que encontramos unas sillas muy cómodas y el tiempo se pasó bastante rápido. El final del viaje fue ya en Barcelona, a las cinco de la mañana. Los más de 20,000 pasos recorridos pasaron factura con un tirón en el aductor mientras dormía. Eso me pasa muy de vez en cuando y me doy cuenta en el segundo que empieza a pasar pero esta vez estaba tan cansado que no me di cuenta hasta que el dolor fue tan intenso que me despertó. Hostia, qué horror. Intenté apoyar la pierna en la pared, en el suelo, en la cama pero la bola no bajaba.

Total, que llevo cojo dos días. Espero que se me pase pronto. Próxima parada: Oporto, debutamos los dos. ¡Nos vemos allí!