Día 9: Impresionantes vistas desde todos los ángulos

Bien, seguimos en Sydney aunque no por mucho tiempo. El miércoles por la mañana cogemos las maletas - a ver cómo conseguimos estar por debajo del límite, 23 kilos - y nos vamos a Melbourne. No existen palabras que puedan describir lo mucho que nos gusta esta ciudad. La gente es amabilísima y superprofesional en todo lo que hacen. Cuando compiten en algún deporte son los más hijos de puta del mundo pero en el momento que acaba el partido, todo es respeto y cordialidad. A Sydney solo le falla tener un sistema de transporte urbano medianamente decente y están haciendo obras por toda la ciudad para que sea así. El nivel de vida es altísimo, la gente muy feliz, la pobreza es escasa y todo - o casi todo, menos el transporte - parece funcionar como un reloj. La gente es feliz en Australia. Si hubiésemos tenido 20 años la primera vez que vinimos a Sydney habríamos hecho lo posible por no volver. Coño, tenemos cuarenta y tantos y ya lo pensamos... pero no, en Barcelona también se vive muy bien. Eso sí, está claro que volveremos porque aquí somos muy felices y desconectamos mentalmente como en ningún otro sitio: y para eso están las vacaciones, para descubrir cosas y que la mente piense en cosas agradables.

Hablando de descubrir - una de las cosas nuevas que hemos hecho esta vez es subir al Sydney Eye Tower, el punto más alto de la ciudad a 309 metros. No hay muchísimos edificios altos en Sydney, así que las vistas desde arriba son espectaculares. El único pero es que el Opera House está medio tapado, pero vaya, que se ve todo lo demás, desde todos los puentes de Sydney hasta el Royal Botanic Gardens pasando por las afueras de la ciudad. Hay anteojos para, si tienes suerte y precisión, verle el culo a alguno (o a alguna) y otros que son de pega, que lo que se ve es una foto antigua, de hace 100 años, en la que los chicos llevan bigotes respingones y van en bicicleta. Menos mal que el color es el blanco y negro porque si no pensarías que es la realidad. Putos hipsters de mierda.




Aparte de eso nos han puesto una película en un 4D muy particular. Era una peli en 3D de cuatro minutos pero con efectos especiales. Si un surfero cogía una ola y se acercaba a la cámara te salpicaba un poco de agua. Si la cámara se metía en el agua, tiraban pompas de jabón. Hemos tenido que dar gracias al Altísimo porque la película no sea de Tarantino o peor, una porno. Ni quiero pensar qué me habrían tirado encima. En el propio centro comercial donde está la Sydney Tower había un food court de mucha calidad. Es un concepto que tarde o temprano triunfará en España - muchos restaurantes en una plaza de un centr comercial, ya sea rectangular o circular, y un montón de sitios en medio para sentarse, de forma que tú pidas lo que te pete. Belén tiró por un falafel y yo por comida japonesa. Estaba todo tan bueno que es posible que volvamos mañana.

Después de comer hemos ido al Queen Victoria Building otra vez - Belén quería darle una vuelta y yo, visitar una tienda de discos que estaba justo al lado, Red Eye Records. Mucha variedad pero unos precios bastante altos, especialmente para discos de segunda mano. Me he comprado un par de discos y una camiseta de la tienda que es horrible, pero jodidamente horrible... pero tengo esa costumbre para ayudar a las tiendas de discos que se lo curran, y esta estaba muy bien, todo clasificado alfabéticamente de forma rigurorísisima.

Hemos acabado nuestro paseo del día con una promesa que nos habíamos hecho - coger un ferry a alguna parte. Puestos a ir a ciegas, utilizamos el wifi del Queen Victoria para dar dónde cojones íbamos. Miré qué sitio de Sydney tenía las mejores vistas y me salió un lugar llamado Milson's Point, así que allí que nos fuimos. Efectivamente, la vista es impresionante, porque se ve el Opera House y el skyline de Sydney desde el otro lado del Harbour Bridge. Está justo al lado de un parque de atracciones llamado Luna Park que lleva allí como 75 años o así. Da mucho miedo, la verdad, nada que ver con el Tivoli de Copenhague como ejemplo de parque de atracciones antiguo pero bien conservado. En este caso una imagen vale más que mil palabras. Y varias imágenes y algún vídeo, pues más todavía.

Podíamos volver en metro o pagar dos dólares más y coger el ferry de vuelta a Circular Quay. Estaba atardeciendo, no nos queda mucho tiempo en Sydney y lo vamos a echar de menos desde el segundo que nos vayamos, así que cogimos el ferry e hicimos un poco de resumen de lo que está siendo nuestra segunda experiencia en la ciudad.

Por la noche fuimos a un bar tipo agujero-en-la-pared, que dicen los ingleses, para comer una pasta buenísima. El tipo era napolitano, del Nápoles, y se cagaba en la puta madre de Higuaín las veces que hiciese falta. El tipo tiene más enemigos en Nápoles que Figo en Barcelona. Se alegró de escuchar a alguien que chapurrease un poco de italiano, bueno, hasta que llegó un italiano 10 minutos después y acabó con nuestros esfuerzos lingüísticos. Después fuimos a una heladería llamada Messina - buenísimos helados pero ojo, música house y luz a medio gas. Mitad heladería mitad after. Lo más importante es que el helado estaba bastante bueno, porque si haces eso y el helado es una mierda no entraría ni Dios.

Esta mañana hemos hecho la colada. Sí, pillamos la lavandería abierta. La putada es que me dejé un papel en una chaqueta y la ropa ha salido como si estuviese manchada con confetti. Lo hemos sacado como hemos podido y Belén se ha cagado en mí mil millones de veces, esto es, un número pequeño comparado con lo que habrá pensado la china que tuvo que limpiar el tambor de la lavadora. Esta pava tuvo que cagarse en todos mis antepasados uno por uno remontándose a las Guerras Púnicas...

Mañana es nuestro último día en Sydney hasta Dios sabe cuándo, así que intentaremos que sea lo más productivo posible. Además, Belén os dará su visión del viaje hasta ahora. Por mi parte... ¡nos vemos en Melbourne!