Día 14: atravesando el continente

Hola a todos desde el aeropuerto de San Francisco. Se empieza a acabar lo bueno, amigos. Hoy ha sido un día de transición en nuestro viaje. Ahora nos esperan muchas horas de viaje entre trenes y aviones. Menos mal que nos llevamos bastante bien - de hecho, nos queremos mucho!!! - que si no, esto iba a acabar peor que Puerto Hurraco, lugar poco recomendable para veranear.

Principalmente por el calor.

Hoy teníamos la intención de pillar un autobús turístico de esos de dos pisos que te dan una vuelta por la ciudad. El problema es que al pillar el folleto nos hemos cuenta que habíamos visto el 95% de las cosas que había que ver...

(inciso: acaban de llamar a la señora Coñete por la megafonía del aeropuerto. Verídico)

...así que gastarse 30 dólares en un voltio por la ciudad era tontería. Tras haber desayunado en una cafetería típica de los 50s nos quedábamos sin plan A. De hecho, y por primera vez en el viaje, tampoco había plan B. ¿qué hacer en una ciudad ya vista durante aproximadamente siete horas y sin habitación de hotel? Fácil: comer y petardear. Cuando volvamos a España nos reconoceréis porque unos tipos con la cabeza rapada se postrarán ante nosotros. Se van a creer que somos el mismísimo Buda rencarnado. La operación bikini va a llegar un poco tarde a la familia Gancedo - Calafell. Pero joder si va a llegar... y qué cojones, que nos quiten lo bailado.

Dadas las circunstancias, decidimos volver a Chinatown. Primero, porque es un sitio bastante entretenido en líneas generales y segundo, porque ahí está el mejor restaurante que hemos visitado en este viaje, el Oriental Pearl. Hemos pedido un pato Pekín para los dos. El camarero al principio nos miraba mal. Mi teoría es que era el dueño del pato que habían matado para que nosotros nos lo papeáramos - y bien rico que le ha quedado, oiga.

Nos hemos estado acordando mucho del tipo que no paraba de hacer fotos y darle collejas a su mujer como Benny Hill al calvo. Quizás ayer me excedí en los términos. Lo que queríamos decir es que en el fondo queríamos darle el e-mail para que mandase las fotos. El problema es que si manda mails a la velocidad que hace fotos el mailbombing iba a ser de categoría. Valiente mamarracho porcino misógino kiwi de los putos huevos. Ojalá el oso le hubiese comido la puta cabeza mientras lo fotografiaba - claro. Anda y que le den por culo a su puta madre, coño.

Nos tenemos wifi. Esto es una mierda. La soledad nos invade y tenemos dos horas más en el aeropuerto. Al final fuimos de shopping y Belén encontró un par de chollos. Yo no encontré nada porque uno, bastante tuve en Las Vegas y dos, porque soy un imbécil miserable que no distingue una buena oferta de un atraco a mano armada. Hemos venido bastante pronto al aeropuerto en el transporte del hotel - un Lincoln negro bestial con un chofer brasileño la mar de salao. Hablando de sal y siguiendo con el tema recurrente, nos vemos en Boston porque ahora lo que procede es cenar. Nuestro vuelo dura cinco horas y es completamente de noche. Salimos a las 11 y llegamos casi a las 8, que son como las 5 aquí. Se impone un jet lag de campeonato y un suplicar por una cama limpia al llegar al Radisson Boston supertemprano. Déjeme vivir, hijoputa. O déjeme dormir, que es de lo que se trata.

(...)

Unos segundos para vosotros, unas horas para los que suscriben estas líneas. Ya estamos en Boston. Nos han dejado entrar en el Radisson prontito y a las 8 ya estábamos en la piltra. Una cama de lujo con mando a distancia y todo y una habitación que puede ser más grande que la mitad de nuestro piso. De momento no hemos visto NADA de Boston. Estamos esperando a que venga una amiga, Fara, a dejar sus cosas. Se ha venido de Chicago para vernos.
Os contaremos más cosas esta noche. El vuelo ha ido bien. Hemos llegado antes y todo.

Cuídense,

Javi