La alarma sonó a las 03:30 y llegamos al aparcamiento del coche alquilado sobre las 04:15. El día anterior fuimos a preguntar a la oficina de SNAP (la compañía de alquiler de coches) cuáles eran nuestras opciones, con un 95% de probabilidad de dejar el coche allí. La señora que atendía, con gran contundencia, nos dijo que no había problema en dejar el coche, que habíamos pagado un transfer al aeropuerto y que nos estaría esperando. Nos convenció pero la verdad, al menos yo era un poco escéptico, no recuerdo haber pagado esa opción... pero sí, llegamos, soltamos el coche y en minuto y medio estábamos camino del aeropuerto sin revisar el coche ni pollas. Ea, a la terminal.
Belén tenía preparados sus pequeños regalos para el personal de Qantas, la compañía aérea más importante de Australia. Todos recibieron el regalo de la piruleta y la nota con una sonrisa. Casi al final del vuelo, una azafata vino donde estaba Belén para regalarle unas cuantas cosas de Qantas con una carta de agradecimiento firmada por todos, incluido el capitán. Un detallazo para redondear un buen vuelo, con un servicio impecable y un entretenimiento a bordo nivel top mundial. Lo único que no puedo entender es por qué cuando viajamos separados Belén siempre va sola y a mí me rodean las personas más desagradables del universo. Parece que hacen un casting para largarme a toda la purria de la sociedad.
Hay que hablar de las piruletas de Belén y el efecto que tiene en la gente. Ella llega con una sonrisa de oreja a oreja que le abre muchas puertas. Muchas veces en este viaje me he preguntado qué pasaría si ofreciese yo las piruletas. Lo más normal es que me dijesen que no las quieren. En el peor de los casos me llamarían pederasta o algo peor, pero Belén tiene don de gentes y el efecto es arrollador. Hoy le regalaron una gorra, un par de llaveros y un neceser de clase business. El buen hacer de Belén le está dando mucha calidad al viaje, ganándonos sonrisas donde quiera que vamos. Una idea genial perfectamente ejecutada.
El acceso a Australia y el paso por las aduanas fue más fácil de lo que pensábamos. A ver, no llevar comida de ningún tipo ayudó, claro, porque aquí controlan todo lo que entra. No sé cómo meterán drogas, si ya se mosquean si intentas meter una manzana. Fuimos a un kiosco, nos hicieron una foto en la que Belén salía igual que en su pasaporte y yo parecía un terrorista peligroso... y con ese papel, otro que rellenas online y uno que rellenas en el avión, si no llevas comida pasas en dos minutos.
Es curioso el sistema de Uber en el aeropuerto. Tú pides un Uber, te dan un código y vas a una cola como si fuese la de los taxis. Una vez te toca, das el código al conductor, que lo teclea en su móvil y le sale el destino. Es superlimpio y prácticamente se han cargado el servicio de taxis en Melbourne, tal cual. Tras dejar la maleta en el hotel decidimos hacer un tercer desayuno (TERCER DESAYUNO!) en un sitio de café gourmet multipremiado y al que llegamos de puta potra, la verdad.
Nuestra primera parada fue el ACMI, un museo interactivo de televisión, cine, videojuegos y efectos sonoros. Nos gustan mucho los museos interactivos y durante una hora lo pasamos muy bien, la verdad. Te dan una tarjeta para ir fichando en lo que te gusta y al final puedes verlo online, incluyendo las tonterías que hayas grabado. Ah, el museo es gratis. Había una máquina de Pac-Man con el mando hecho polvo y Belén me ha ganado con mucha facilidad. Si el mando hubiese estado bien... me habría ganado igual, qué cojones. Para qué voy a mentir.
Comimos en un sitio de noodles y por fin sacamos las entradas para ver un partido de fútbol australiano pasado mañana. El fútbol australiano es la hostia, y todo el que venga por aquí debería tener la oportunidad de ver un partido. Es muy entretenido y aunque los dos equipos están eliminados, será impresionante ver algo en el Melbourne Cricket Ground (MCG) con capacidad para más de 100,000 personas.
Mañana volvemos al Puffin' Billy porque lo echábamos de menos y lo combinamos con una excursión para ver pingüinos en una isla cerca de Melbourne. Nuestro hotel está justo al lado de Chinatown, en lo que llaman el CBD (Central Business District). Hay cientos de restaurantes y oh, oh, un casino cruzando la calle. Ayer jugamos 150 dólares neozelandeses y acabamos con... 150. Una retirada a tiempo es una victoria. Hoy creo que cenaremos y ya está.
Finalmente, es una pasada volver al bullicio de una gran ciudad. Joder, lo echábamos de menos. Melbourne es una ciudad entre Barcelona y New York, con mucho bullicio pero mucha cultura y cosas que ver. Ha sido un gran acierto volver. Disfrutaremos de los dos días que nos quedan a tope y después iremos dando saltos hacia atrás hasta llegar a Barcelona, pero de eso ya hablaremos cuando toque...
PD: Es oficial. Cada vez que vemos un Daiso tenemos que entrar y al final siempre nos llevamos algo. Es nuestra tienda fetiche de Asia, una especie de todo a 100 de calidad. Nos crea necesidades que no sabíamos que teniamos. Y no, no hemos comprado el muñeco rosa, por alusiones...
Qué pena que acabe ahora!!!
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