Volvamos al inicio de todo: Barcelona, 4:50 de la mañana.
- Venga, vamos, que nos tenemos que ir, Javi
+ Un momento, ¡UN MOMENTO!
- ¿Pero qué pasa?
+ Que me tengo que peinar, no voy a salir así a la calle.
- ¡¡¡PERO SI TIENES CUATRO PELOS, TIRA PALANTE!!!
Belén tuvo la gran idea, la primera de muchas, de comprar el fast track en el aeropuerto de Barcelona, evitándonos una cola tremenda. Por lo que sea, había mucha gente en el aeropuerto de Barcelona un 1 de Agosto. Pasamos muy rápido. En los tránsitos hay que estar concentrado, porque son muchas horas en el aeropuerto y si estás en lo que tienes que estar unos minutos, ya está. "Javi, estás perdiendo facultades pero es importante estar concentrado hasta llegar a la puerta de embarque, no seas gilipollas".
- Señor, se le ha caído la tarjeta de embarque.
Me pasó dos veces, la otra en el control de pasaportes. Empanamiento máximo. Fuimos al WH Smith donde vimos los dos estereotipos más grandes en dicho establecimiento: una tía que se llevó 90 EUR en mierdas (chocolatinas, patatas, etc) y otro que iba tocando todas las botellas de agua en la nevera como si de repente pudiese encontrar una que esté eternamente fría. No se puede ser más imbécil.
Belén ha preparado 100 piruletas sin azúcar con un mensaje personalizado de Aventura Global para regalarlos al personal de vuelo de las líneas aéreas, Turkish Airlines en este caso. Lo hace por dos motivos: primero, porque son gente que trabaja cara al público y tienen que lidiar con alguna de la gente más indeseable del planeta, y segundo, porque en caso de overbooking igual nos pasan a business. Pues bien, es exactamente lo que ha pasado. Hemos ido en business de Barcelona a Estambul.
Es el mejor dinero que ha podido invertir Belén. Cuando a Belén le abren una puerta, ella ya ha entrado por la ventana. Es genial. Comimos muchísimo y coincidimos en el avión con el director general del Anadolu Efes, Almer Yilmaz. Dos horas después descubrí que Yilmaz es amigo de mi amigo turco Kerem, al que hemos visto hoy. Qué pequeño es el mundo, oigan.
Kerem nos llevó a Tadinda Anadolu, uno de los restaurantes de Taste of Anatolia, el mini food court de comida de lujo que hay en el aeropuerto. Carne marinada, berenjena y yogur. Hummus, rábano, granada y cacahuete. Un postre de pistacho, almendra y crema de leche. Una pasada. Si vais al aeropuerto de Estambul, es parada obligatoria aunque creo que los precios son un poco exagerados. Ni que decir tiene que ver a Kerem siempre es un placer.
Tras recorrer el aeropuerto de Estambul de punta a punta, literalmente, llegamos a nuestro avión hacia Kuala Lumpur. Cogimos dos ventanas consecutivas porque nadie quiere ir en el puto medio. A Belén le tocaron dos españoles muy simpáticos. A mí, un chaval de 20 años corpulento y con los codos más afilados que los lápices de un empollón. Hijo de la gran puta, vaya viajecito me ha dado. Al codazo número 115 le tuve que soltar uno bien grande pero ni así me dejó tranquilo.
Una cosa que me tenía preocupado son los controles de inmigración, sobre todo el de Turquía, saliendo de la zona Schengen. Pues nada de nada. En Estambul, un click con el pasaporte y ea, a la terminal del aeropuerto. En Kuala Lumpur nos metieron en un autobús cochambroso pero igual: llegar, pasaporte (hay que registrarse antes de viajar) y venga, a disfrutar del país.
Disfrutar del país, dice el tío. La madre que los parió. Qué cabrones.
Tras coger un taxi que nos ha cobrado el doble de lo que debería y darnos un masaje de categoría (cortesía de Belén) para hacer tiempo antes del check-in, hemos llegado a las Star Residences. En recepción, una especie de segurata con un bigote enroscado, hablando menos inglés que el difunto Alfredo Landa, nos dijo que si queríamos la llave teníamos que llamar a un número porque la compañía que trabajaba con Booking cerró. Nadie contestaba en ese número, y yo me puse a cagarme en todo. Llevamos 20 horas viajando, queremos descansar, tenemos una reserva confirmada, etc.
Nada, no ha habido manera. Nos hemos tenido que ir a otro hotel a 200m del sitio ese del hijoputa bigotudo, ojalá le crezca tanto el bigote que se enrede en los palos del culo y no pueda ni andar. Nuestro nuevo hotel improvisado se llama DeKing. Cosas buenas: un Seven Eleven dentro del hotel, una habitación con vistas, una cama grande y más barato que el otro. Inconvenientes: sin piscina, y venden Durian, la fruta prohibida, justo delante del hotel. Una peste indecente.
Y nada más, vamos a explorar la ciudad. El día ha ido de más a menos pero después de la siesta espero que ya solo vaya a mejor.
¡Nos vemos en Sydney!
- Venga, vamos, que nos tenemos que ir, Javi
+ Un momento, ¡UN MOMENTO!
- ¿Pero qué pasa?
+ Que me tengo que peinar, no voy a salir así a la calle.
- ¡¡¡PERO SI TIENES CUATRO PELOS, TIRA PALANTE!!!
Belén tuvo la gran idea, la primera de muchas, de comprar el fast track en el aeropuerto de Barcelona, evitándonos una cola tremenda. Por lo que sea, había mucha gente en el aeropuerto de Barcelona un 1 de Agosto. Pasamos muy rápido. En los tránsitos hay que estar concentrado, porque son muchas horas en el aeropuerto y si estás en lo que tienes que estar unos minutos, ya está. "Javi, estás perdiendo facultades pero es importante estar concentrado hasta llegar a la puerta de embarque, no seas gilipollas".
- Señor, se le ha caído la tarjeta de embarque.
Me pasó dos veces, la otra en el control de pasaportes. Empanamiento máximo. Fuimos al WH Smith donde vimos los dos estereotipos más grandes en dicho establecimiento: una tía que se llevó 90 EUR en mierdas (chocolatinas, patatas, etc) y otro que iba tocando todas las botellas de agua en la nevera como si de repente pudiese encontrar una que esté eternamente fría. No se puede ser más imbécil.
Belén ha preparado 100 piruletas sin azúcar con un mensaje personalizado de Aventura Global para regalarlos al personal de vuelo de las líneas aéreas, Turkish Airlines en este caso. Lo hace por dos motivos: primero, porque son gente que trabaja cara al público y tienen que lidiar con alguna de la gente más indeseable del planeta, y segundo, porque en caso de overbooking igual nos pasan a business. Pues bien, es exactamente lo que ha pasado. Hemos ido en business de Barcelona a Estambul.
Es el mejor dinero que ha podido invertir Belén. Cuando a Belén le abren una puerta, ella ya ha entrado por la ventana. Es genial. Comimos muchísimo y coincidimos en el avión con el director general del Anadolu Efes, Almer Yilmaz. Dos horas después descubrí que Yilmaz es amigo de mi amigo turco Kerem, al que hemos visto hoy. Qué pequeño es el mundo, oigan.
Kerem nos llevó a Tadinda Anadolu, uno de los restaurantes de Taste of Anatolia, el mini food court de comida de lujo que hay en el aeropuerto. Carne marinada, berenjena y yogur. Hummus, rábano, granada y cacahuete. Un postre de pistacho, almendra y crema de leche. Una pasada. Si vais al aeropuerto de Estambul, es parada obligatoria aunque creo que los precios son un poco exagerados. Ni que decir tiene que ver a Kerem siempre es un placer.
Tras recorrer el aeropuerto de Estambul de punta a punta, literalmente, llegamos a nuestro avión hacia Kuala Lumpur. Cogimos dos ventanas consecutivas porque nadie quiere ir en el puto medio. A Belén le tocaron dos españoles muy simpáticos. A mí, un chaval de 20 años corpulento y con los codos más afilados que los lápices de un empollón. Hijo de la gran puta, vaya viajecito me ha dado. Al codazo número 115 le tuve que soltar uno bien grande pero ni así me dejó tranquilo.
Una cosa que me tenía preocupado son los controles de inmigración, sobre todo el de Turquía, saliendo de la zona Schengen. Pues nada de nada. En Estambul, un click con el pasaporte y ea, a la terminal del aeropuerto. En Kuala Lumpur nos metieron en un autobús cochambroso pero igual: llegar, pasaporte (hay que registrarse antes de viajar) y venga, a disfrutar del país.
Disfrutar del país, dice el tío. La madre que los parió. Qué cabrones.
Tras coger un taxi que nos ha cobrado el doble de lo que debería y darnos un masaje de categoría (cortesía de Belén) para hacer tiempo antes del check-in, hemos llegado a las Star Residences. En recepción, una especie de segurata con un bigote enroscado, hablando menos inglés que el difunto Alfredo Landa, nos dijo que si queríamos la llave teníamos que llamar a un número porque la compañía que trabajaba con Booking cerró. Nadie contestaba en ese número, y yo me puse a cagarme en todo. Llevamos 20 horas viajando, queremos descansar, tenemos una reserva confirmada, etc.
Nada, no ha habido manera. Nos hemos tenido que ir a otro hotel a 200m del sitio ese del hijoputa bigotudo, ojalá le crezca tanto el bigote que se enrede en los palos del culo y no pueda ni andar. Nuestro nuevo hotel improvisado se llama DeKing. Cosas buenas: un Seven Eleven dentro del hotel, una habitación con vistas, una cama grande y más barato que el otro. Inconvenientes: sin piscina, y venden Durian, la fruta prohibida, justo delante del hotel. Una peste indecente.
Y nada más, vamos a explorar la ciudad. El día ha ido de más a menos pero después de la siesta espero que ya solo vaya a mejor.
¡Nos vemos en Sydney!
Deking es el mejor nomble para un hotel de emergencia!!
ResponderEliminarBESOOOOS!
Desde luego! Y estuvo decente!
EliminarDe todo hacéis una aventura, Javi si fuese yo en vez de Belén, nos vemos en la perrera...
ResponderEliminarA ti te trataríamos como realeza.
EliminarSi fuésemos republicanos, claro. :)
Es broma, serías la reina de baile.
No se os olvide ir diciendo los grados!!!
ResponderEliminarYa sé que es muy de viejos pero me gusta!!!
Ufff, cuando haga mucho frío sí. En Sydney siempre entre 18 y 10 y sin lluvia.
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