lunes, 13 de junio de 2011

Día 9: Lujo e infierno en Bangkok


Hola, qué tal, Día de sorpresas en Bangkok, la capital de Tailandia, donde hoy escribimos estas líneas. Algunas de esas sorpresas han llegado aún en Taipei, donde hemos despertado muy temprano para coger un taxi hacia aquí. Ayer quedamos con nuestra amiga taiwanesa Jenny Luo, que nos invitó a cenar y nos hizo una serie de regalos. El más sorprendente es un extensor de cámara para autofotos. La verdad es que no sé qué cojones de nombre ponerle a esto, así que hemos hecho un vídeo rollo teletienda en plan demostrativo. Atentos.





Llegamos al aeropuerto y el personal de Thai, muy atento, nos puso unas etiquetas de prioridad en nuestro equipaje, lo cual llamó mi atención pero me callé como un putas porque es lo que cualquier persona con tres dedos de frente haría. Al llegar a la puerta el encargado nos dijo que había un grupo de voluntarios taiwaneses que iban a Bangkok a hacer no sé muy bien qué cojones, benditas sean sus santas intenciones. El caso es que provocaron un overbooking y nos pasaron a business por toda la cara. Dos de dos, irrepetible. Comida exquisita, espacio sideral para las piernas... y de repente, ese vuelo de las 6 de la mañana de Bangkok a Bali dentro de tres días va a ser difícil. Muy difícil. Estas cosas no pasan todas los días, así que lo he disfrutado pegándome un siestorro post-desayuno que me ha dado más energías que siete conejitos de Duracell con sobredosis de Red Bull. Además hemos pasado el siempre difícil control de aeropuerto de Bangkok muy rápido gracias a un pase que nos han dado los de Thai.






El taxi que hemos cogido desde el aeropuerto era probablemente el peor de toda la puta ciudad. No había espacio para las maletas, así que el tío ha cerrado el maletero a medias con una cuerda extensible. El aire acondicionado solo ha funcionado desde la mitad del trayecto, cuando - en pleno recorrido - el hombre ha urgado en el bajo del coche a la altura del asiento del copiloto, en una postura acrobática que parecía que le estuviera tocando el chocho a una enana. El cuentakilómetros tampoco funcionaba pero el tipo iba a carajo sacado, adelantando a todo Dios a derecha e izquierda. Nos ha intentando tangar al final, cobrar 470 Bahts por una carrera que eran exactamente, con suplementos y hostias, 357. Le he dado 370 y le he dicho de buenas maneras que se vaya al carajo y que haga el decente favor de timar a su puta madre cuando vaya de turismo al infierno.



Al llegar al hotel, tampoco sé muy bien por qué, nos han cambiado de habitación a una mejor. Ando un poco mosqueado porque me han cargado bastante más pasta de la que me toca pagar - dicen que por si acaso y tal. Veremos. En este caso una imagen sí que vale más que mil palabras, qué leches. Salvo sorpresa final hemos pagado 120 Euros la noche, 240 total. No puede ser esta relación calidad - precio. Observen.







Hasta aquí lo placentero del viaje, el sentirse como un verdadero VIP - hasta hemos pensado que la gente cree que tenemos una enfermedad chunga y que por eso nos van haciendo favores por todo el continente. Estamos bien, no se alarmen, cansados pero bien. La primera parada tenía que ser el sastre hindú-tailandés que me han recomendado. El taxista nos ha mandado a otro por toda la cara, el muy cabrón desalmado, espero que su taxi se quede sin gasolina en todo lo alto del puto Everest y cuesta abajo, por pirulero y compinchado. Hemos perdido una hora, porque encima estoy acarajotado y miré la dirección mal en el Google Maps. Una hora perdida para llegar, pero el traje ya está encargado, mañana tengo que ir por allí a que me lo prueben y tal. Dos camisas, un traje a medida, un pantalón extra, total poco más de 350 Euros. Caro para los estándares tailandeses, pero es que este tío le hace los trajes a muchos militares americanos y hasta a un par de ex-presidentes USA - los dos Bush. Digo yo que no es que los Bush sean santo de mi devoción, pero coño, los tíos visten impecables. Pondría fotos, pero me veo más gordo que una morsa bigotuda tras cenar cuatro meses seguidos en el Friday's y en fin, paso. Me han hecho sacar barriga y se ve la cruda, horrible, desgarradora realidad - soy mitad hombre, mitad cachalote.



Después hemos ido al MBK, centro comercial inmenso, monstruoso y brutal que hay en Bangkok. Tiene miles de pequeñas tiendas y todas las tallas posibles - dice Belén que ha visto una 7XL y todo. Pasa que con el madrugón y el agobio que da un sitio así nos hemos ringado poco antes de las 6 por puro agotamiento físico. Hay de todo, imitaciones de todas las marcas - algunas mejor que otras, claro -, camisetas, pantalones, bolsos... Hasta he visto un monje budista delante de un iMac. Os lo juro. Al llegar a la habitación nos hemos encontrado con este atardecer tremendo.






Esta noche toca tuc-tuc y visita al Patpong Night Market antes de pegarle una paliza - bien merecida - a la piltra.




PS: Ayer Jenny nos dio a probar una bebida típica taiwanesa. Vaso tipo Starbucks con pajita tipo Starbucks, pero al ir a beber, esperando un frappucino o algo así, subieron por mi gaznate dos pelotitas pequeñas que a saber qué pollas eran. No lo quiero saber, dicen que era tapioca pero bien podrían haber sido los huevecillos de un gorrión o cagarrutas de oveja lechal. Otro lost in translation.

1 comentario:

  1. Brutal el cachirulo este para hacerse auto-fotos y auto-videos!!!
    Qué mítica Bangkok...
    Hugo

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