martes, 2 de agosto de 2022

Día 3: De Turcas Maneras




Llevamos ya 3 días en esta ciudad efervescente y mi opinión es que no le puede pasar desapercibida a nadie. Estambul es un caos organizado, ellos cada día montan (literalmente) la ciudad, para, por la noche, desmontarla y enseñar una manera de hacer las cosas: DE TURCAS MANERAS, eso conlleva conducir como si nada ni nadie te pudiera parar, en pocos sitios he sufrido tanto por mi integridad física dentro y fuera de un coche. Aquí la ley es ¿quepo por ahi?, pues me meto, da igual si eres peatón, patinete, moto, coche o un boeing 747... a tomar por culo la bicicleta. Pocos accidentes hemos visto para los que podríamos haber presenciado. Aquí, si quieres cruzar, le has de echar cojones, lo cual nos lleva a un tema especialmente puntilloso de estos días: los taxistas...

Están en continuo estrés (lo cual no me extraña), pero el cabreo que llevan es contagioso, además de ser de lo más pirata que he visto jamás. Si eres guiri, directamente olvídate del taxímetro, te la van a meter por todos lados y, si te las crees más listo y utilizas Uber, pues te la meten igual... así que esto es la jungla.

Nos han venido cobrando unas 60 liras turcas (mínimo) por venir al hotel y, hoy, cogiendo taxi con un amigo turco, el trayecto ha costado 20... pues eso.

Ellos, y hablo de ellos, porque ellas están ausentes, están en continuo movimiento y hay jerarquías para todo. Si eres camarero has de dejar de inmediato claro cuál es tu rango. para mí, que soy una vouyeur a sueldo, me parece graciosísimo de observar.









Hoy teníamos planeado ir al palacio de Dolmabahçe, pero priorizamos quedar con el amigo Kerem y no nos daba tiempo, así que hemos desayunado un café gentileza del hotel y hemos abierto el primer sobre de jamón y nos lo hemos comido con una barra de pan que he comprado al lado del hotel por 3 liras turcas (18 son un euro, para que os hagáis una idea). Planazo. oiga, así teníamos fuerzas para arrancar y dar paso al reto de bebidas del día 3. Pasen y vean:



Si, he ido a lo seguro ¿y qué? lo peor no ha sido el reto de bebidas, es que justo despúes un mendigo se nos ha acercado mucho, mucho, mucho, de hecho, nos ha agarrado varias veces del brazo y hemos pasado por una situación tensa, hasta que hemos conseguido taxi y nos ha dejado cerca de la zona del gran bazar, el cual, ahora, está de obras, pero todas las calles anexas forman un mega mercadillo, lo cual para mí es fantasía pura.



Los tramos se especializan por artículos y lo venden todo: el tramo de las ruedas, el de los avalorios, el de las telas, el de las tazas de té, etc...










Despues de petardear un buen rato y visitar el bazar de las especias, nos hemos ido a buscar a Kerem. Él y Javi se conocen desde hace ya más de 30 años y conservan una preciosa amistad, así que hemos dedicado tiempo a pasear con él y recordar muchas anécdotas.

Una forma de moverse por aquí es el barco, por 7 liras cruzas de la parte europea a la asiática y te das un paseito por el Bósforo de lo más chingón.

No he podido hacer ese trayecto sin recitar a Espronceda: Asia a un lado, al otro Europa y, allá a su frente: ESTAMBUL. Vaya, nada nuevo, todos los españolitos repipis hacemos lo mismo, pero bueno, ya venía con eso de serie.











Tras visitar un mercado local, Kerem nos ha llevado a un sitio muy local y auténtico a comer y, la verdad, es que la comida turca no es solo kebab, ni de coña. Hay platos elaborados, con deliciosos sabores y texturas y, en esta escala, estamos comiendo como nunca, la verdad. El problema lo tenemos para expulsar, porque en el baño del hotel hay un pichurro saliente que, como te descuides, se te mete por el ojete y hay que hacer un poquito de equilibrio para que eso no pase... el invitado no invitado. A estas alturas de la película ya le estamos pillando el truquillo al descarado, pero no le vamos a echar de menos (el pichurro ojetil es un chorro que, si le das a un grifo, te limpia el ano, pero desde muy cerca, ya te lo digo yo).

Después de una siesta hemos vuelto para cenar con Kerem y... ¡ohhhh mammaaaa!, la cena si que ha sido excelente, comida fresca y maravillosa y, de nuevo, miles de anécdotas que te hacen sonreir, hasta que, el hijoputa, nos ha llevado de paseo y, de repente, hemos tenido un dejavú: nos ha llevado a un centro comercial y nos hizo lo mismo allá por 2005... ¡qué le gusta un centro comercial al cabrón! y nos la ha vuelto a jugar, pero, los amigos son como son, aunque tengan obsesión con los centros comerciales.

Quizás dará la sensación de que no hemos hecho mucho hoy, pero estamos agotados, tol día parriba y pabajo y con un calor sofocante, así que estamos entrenando para lo que nos viene en Bangkok.

Ahora os dejo con Javi y aprovecho para agradeceros que os paséis por aquí y que nos deis tantas muestras de amor, de verdad, gracias.

PD: Sorprendentemente, hay turcos calvos. Con dos cojones. Deben pensar que pa pelo, el pelo de mis huevos. Claro que sí: ¡vivan los calvos!


(anexo by Javi)




Hemos teniedo una mañana un tanto agitada. Primero, el Palacio de Dolmabahce está cerrado los lunes y no nos habíamos dado cuenta. Hemos tenido que rehacer los planes y coger un taxi hasta el Gran Bazar... que está cerrado por obras. Así, de repente, a bote pronto y sin rechistar, Belén me presentó el Reto de Bebidas. Era una bebida de la misma marca que el asco de ayer, pero con peor olor y sabor. Era como ajo concentrado con pepino y escupitajo de gorila de borneo tras comerse media docena de murciélagos con COVID. Un asco.



Cerca del Gran Bazar está el Bazar de las Especias, a unos 15 minutos andando que han sido como 50 porque nos hemos parado a tomar un café y hemos visto las muchísimas tiendas que hay de camino. Belén ha quedado fascinada con la variedad de telas, alfombras, avalorios y demás. Ha sido un paseíto muy entretenido, la verdad, con mucho colorido, rematando el trayecto en el Bazar de las Especias. La mezcla de olores, colores y sabores es difícilmente explicable, es uno de esos sitios a los que hay que ir para saber de qué va realmente.









A las 12:15 quedamos con Kerem, que es un crack. Tenía todo preparado para que lo pasáramos bien: hemos cogido un barco público que cuesta menos de medio euro y te lleva de la parte europea a la asiática. Conozco a Kerem desde 1991 y no nos veíamos desde 2017. Nos ha llevado a la zona de Karakoy, que cuenta con un mercado de abastos espectacular: pescado y fruta fresca, sobre todo. Fuimos a comer al Ciya, que tiene hasta una serie el Netflix: comida con raíces otomanas, muy sencilla pero muy rica y barata - hemos comido los tres por 50 EUR en total. Después nos ha llevado a una cafetería maravillosa que tenía pasteles árabes y europeos, con cientos de variedades. El sitio era un 10, la verdad. Y el sitio al que hemos ido de noche, una auténtica pasada: se llama Karaköy Lokantasi. Apúntenlo.

Un apunte más sobre el tema de los taxis. Los taxistas nos han troleado a media tarde y si no es por la intervención de un policía de tráfico... todavía estaríamos allí. Uber no funciona bien y creo que tiene que ver conmigo, que soy un cabrón y eso me baja la puntuación de usuario. Todos los taxistas chatean y te trolean, así que he pasado a la acción, o sea, a trolear yo. La pregunta más común es "¿a dónde vas?" y si es cerca lo cancelan directamente. Me han cancelado los dos últimos viajes al contestarle a esta simple pregunta que íbamos "al aeropuerto internacional de Chicago" y "a casa de tu madre". La gente no tiene sentido del humor, como el único taxista que aceptó llevarnos a regañadientes. El colectivo de taxistas en Estambul es un poco hijoputa...

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