miércoles, 17 de agosto de 2022

Día 18: Regreso accidentado a Koh Samui


Hola desde Koh Samui. Nos han dado una habitación magnífica en el The Sea, sin piscina privada pero amplísima y con unas vistas que quitan el hipo. Eso sí, para llegar hasta aquí hemos tenido que enfrentarnos a una especie de via crucis de gilipollez extrema, incompetencia y falsedad. Belén ha sido víctima de dos situaciones muy desagradables que creo que hemos superado con nota.





Estuvimos más de una hora esperando al ferry de Koh Tao a Koh Samui, algo que al parecer es habitual. De todos modos eso no es nada comparado con lo que estaba a punto de pasar. De esos momentos en los que la realidad supera la ficción.



Nos subimos a una parte del barco que es VIP - aire acondicionado, puertas que aislan el ruido - porque la diferencia de precio era ridícula, 200 Bahts por persona (unos 6 EUR). Así me aseguraba tener menos posibilidades de soltar la papa en plena travesía. Pues bien, yo estaba ya con los cascos puestos cuando entraron una familia de indios, padre, madre e hija. Hablaron con Belén para preguntarle si habíamos pagado los billetes. Belén dijo que sí, en el propio barco, y que en la ida le habían dicho que había una zona intermedia que valía 100 Bahts por persona, pero, con niños, tenían prioridad e iban gratis allí.

A los cinco minutos han vuelto los tres con una cara de mierda que flipas, mirándonos como si nos hubiésemos cagado en sus cereales mañaneros. El tío ha llegado y se ha quitado los zapatos Y LOS CALCETINES. Sus pies soltaban una peste extrema, tanto que nos hemos sentado tan lejos de él como fuese posible. Por fin me dormí y cuando me despierto, está la niña a 20 cm mío y Belén leyéndole la cartilla al tío. En estas, el señor oloroso se ha puesto a gritar a Belén diciendo que la había engañado con lo de los billetes, y que no pensaba hablar con nosotros, solo con la seguridad.

Ahí me tuve que levantar, claro. He intentado ser lo más respetuoso posible. Hasta cinco veces he intentado entablar comunicación con ellos pero la madre, que estaba histérica, gritaba que solo era una niña, que los niños son así y mil cosas más. Mientras tanto, Belén estaba llamando a seguridad, que para eso somos un buen equipo. A la sexta vez le he dicho "señora, yo no quiero hablar de su hija, joder, de hecho, es que me importa un carajo su hija - de lo que quiero hablar es de su marido quitándose las calcetines. Hostia, que le huelen los pies a mierda, que no está en su casa - entiendo que pueda ser algo cultural pero yo he pagado por estar en esta zona para no marearme y entre todos ustedes me están jodiendo vivo".

Llegó seguridad y mientras hablaba con ellos, la niña corría gritando de un lado para otro, chocando conmigo. Les he dicho "¿Ven? Es que no me invento nada". La decisión ha sido salomónica - o ellos o nosotros teníamos que salir de ahí, y han sido ellos, que se han ido donde estaba el capitán. Me ha sabido mal, porque aún con la puerta cerrada se oían los gritos demoníacos de la niña. Coño, si hasta el hombre ha pasado dos veces al servicio y no ha tenido ni huevos de mirarnos a la cara. Se pusieron muy farrucos al principio pero los hechos nos dieron la razón. No se puede ir por la vida con esa higiene corporal y luego ir de ciudadano perfecto. Le olían los pies, el sobaco, y no queremos ni saber cómo le olía la polla, pero explicaría el gran cabreo permanente de su mujer. Por cierto, y cambiando de tema, el barco hizo una parada en una isla intermedia y una señora vendía helados de forma muy graciosa.


                                        

Por fin llegamos al hotel y nos dimos prisa para pillar el Happy Hour de cocktails en la piscina, que era de 17:00 a 19:00. A ver, eran las 18:15 pero es que queríamos dos. Otra vez la mala suerte se ceba con Belén, que mete el pie en la única baldosa rota y se da una hostia. A ver, no fue como la de Bangkok, que está en la Champions League de las hostias mundiales, pero sí fue un buen golpe, con arañazos. Se queja al personal, concretamente al tipo que nos intentó timar con el taxi dos días antes, y nadie le dice ni "lo siento". Este tío va de bueno pero nos odia profundamente, a mí no me la da. Nos han devuelto las maletas con un código de cierre distinto, señal de que algo malo ha hecho ese cabrón. Es demoníaco, con su cara de buena persona y esos ojos deseando que nos metan una mamba negra por el culo. 





Belén se quejó y se quejó con toda la razón del mundo hasta que bajó una de las jefas, que sí le pidió perdón y intentó compensarla con un masaje gratis o algo parecido. Pero lo que queremos en realidad es que un buen hotel como este no se vaya a la mierda por tener empleados gilipollas y maleducados. Al final tuvieron la gentileza de invitarnos al primer y segundo Mai Tai, pero no puede ser que casi te rompas un hueso por un fallo en la estructura del hotel y nadie se disculpe. 



Con estas hemos acabado al día, porque hemos pedido comida en Grab. No hay que sacar las cosas de quicio: los dos, especialmente Belén, hemos estado en el sitio equivocado en el peor momento, pero son cosas que pasan. Estamos reventados y mañana salimos para Bangkok desde el aeropuerto de Koh Samui, el más bonito y posiblemente el más irritante del mundo. Son cosas que pasan, no le damos mayor importancia, pero ha quedado claro que si intentan pisarnos, los aventurers nos levantamos y montamos el pollo que haga falta. Bangkok, prepárate... que volvemos. 

PS: ¡Hemos recogido la colada! Todo perfectamente planchado. Unos cracks. 


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