Días 12-13: La belleza de la simplicidad

Hola a todos en nuestro penúltimo día completo en Hvar. Hemos tardado un poco más en escribir esta entrada de blog. Primero, tras dos semanas en la isla, el número de cosas que podamos hacer es limitada, y estamos repitiendo muchas cosas. Y segundo, ayer tuvmos un día de bastante recalcular. Por motivos familiares de uno y otro lado hemos tenido que reprogramar el final de nuestras vacaciones. Yo me iré a Sevilla del 24 al 30 y estaré la semana completa con mis padres, aprovechando para hacer cosas que normalmente no hago: la última vez que estuve una semana entera en Sevilla fue en 2014. Belén vuela directa desde Glasgow a Palma de Mallorca para estar con su hermana, que pasa por quirófano. Hemos cancelado reservas, creado alguna otra y sacado nuevos billetes de avión, autobús y hasta nuevas reservas de coche. En fin, cosas que pasan, pero hemos demostrado, como siempre, una gran capacidad de reacción. Y todo por solo 200 EUR extra, que tiene mucho mérito.

Ayer nos llevó toda la mañana montar este tinglado, así que fuimos a comer directamente al Primi Piati tras un pit stop rápido en el Konzum, el gran supermercado del centro de Hvar. Al lado hay un estanco, que aquí se llaman Tisak, y compré otra tarjeta SIM para tener datos de aquí hasta que nos vayamos de Croacia. Son 8 EUR solamente y tengo 10 Gb, suficiente para servir nuestras necesidades, subir vídeos a YouTube y no estar preocupados en ir mendigando wi-fi por ahí, coño, que la libertad que da tener datos a los bestia no está pagado.

Por la noche fuimos a cenar al Black Pepper, el sitio más de moda en la ciudad de Hvar. El día 3 habíamos reservado en persona, yendo al restaurante, una mesa a las 21:30 del día 13. Nos contestaron que no aceptan reservas, pero sí que tienen una lista de espera y que nosotros estábamos los primeros. Fast forward al día de ayer, primero aparecimos a las 20:30 para confirmar que tendría mesa y ya nos miraron con cara de sorpresa. Tras pasar por un bar en el que había un grupo tocando de puta madre - hicieron Bohemian Rhapsody entera, para nuestra sorpresa - volvimos al Black Pepper a las 21:30 y nos dijeron que estábamos quintos en la lista. Les intenté explicar que había venido 10 días antes, con la lista de espera vacía, y que era imposible que fuésemos quintos, que esto era un tongazo que ni lo de La La Land en los Oscars, pero no acababan de entender qué pasaba. Al final llegó el tipo con el que había reservado y pasamos de quintos a primeros, esto es, nos dieron mesa rápidamente.

La comida estuvo excelente, muy bien elaborada, y podemos decir que el Black Pepper es el mejor restaurante que hemos probado en Hvar. Además, para arreglar su cagada, nos hicieron un 10% de descuento y nos invitaron a un par de copitas. Belén se comió un guiso de pulpo muy currado y yo tiré por un plato típico, la Pasticada, que estaba de muerte. Nos fuimos contentos al apartamento, y eso que habíamos sudado la gota gorda - 33 grados, en un patio interior donde no había aire directamente.

Hoy hemos ido a Jerolim, pero os paso con Belén para que os lo cuente, dándole un toque de calidad a esta entrada de blog.

Amanece en Can Gancedo Calafell y tras varios arrumacos nos ponemos en marcha, o sea, yo preparo un delicioso desayuno, Javi pone la mesita de la terraza, nos comemos el desayuno con las mejores vistas que hemos tenido nunca y nos preparamos para nuestro día. Hoy tocaba ir a Jerolim para despedirnos, de momento, de esta pequeña y maravillosa isla. Como había unas cuantas nubes por la mañana, realmente éramos muy pocos los que estábamos cogiendo el taxi boat hacia Jerolim.



La sorpresa ha llegado nada más bajar del taxi boat... la cosa está en que hace ya unos días que no encontraba mi pareo, pero, como parte de nuestra ropa la tiene Poma para hacernos amablemente la colada y que no volvamos con la maleta oliendo a Calamardo, pues pensé que estaba entre la ropa sucia, pero no, ha sido bajar y ver entre los matorrales (seguramente en el mismo punto en donde me lo olvidé) a mi pareo. ¡Que alegría más grande! ¡¡¡Me estaba esperando en Jerolim el tío!!! ¡¡Nadie me lo había mangado!! Qué cosas tiene esta isla, ¿es para amarla o no?

Llegamos entre nubes a nuestra playa y, como casi no había nadie, solo nosotros y una familia de alemanes de 4 miembros, pero que gritaban más que la mismísima Merkel cabreada, pues hemos cogido las hamacas buenas, las que están al lado del acceso de escaleritas a la playa. No ha sido hasta que ha salido el sol cuando hemos ido a echar mano de la crema solar y, no os lo vais a creer... ¡hoy tampoco venía con nosotros! Así que directamente me he ido al restaurante con la copla de que me había olvidado allí una crema solar, pero no... esta vez no ha funcionado, la cuestión es que se han apiadado de nuestras carnes blancas y nos han prestado una.



El día ha transcurrido entre chapoteos, risas y sol. Hemos comido unos sandwiches que había apañado en la zona del bar y nos hemos jugado unas partidas de cartas. Algo que puede sonar tan sencillo viene siendo una auténtica maravilla, la belleza de la simplicidad.

De vuelta a Hvar hemos parado en el mercado para comprar nectarinas, que aquí son una delicia sin igual, y nos hemos vuelto a nuestro pequeño apartamento, pasando previamente por la piscina para echar unos chapoteos que teníamos pendientes.

Ahora mismo se está poniendo el sol en nuestra terraza, con unas vistas increibles y dentro de un rato cenaremos aquí mismo escuchando música, bebiendo cerveza y hablando de lo humano y de lo divino, lo dicho, la belleza de la simplicidad.

Mañana nos volvemos a Dubovica, a despedirnos de ella como corresponde y a decirle que nos veremos próximamente. En un par de días ya nos estaremos acordando de estos días de dolce far niente, pero siempre con una sonrisa en la cara.

Gracias a los que pasáis por aquí para ver cómo nos va y, recordad, si nos comentáis algo, ¡¡¡nos encanta!!!