sábado, 4 de agosto de 2018

Día 18: Luciérnagas, playas y turistas chinos



Hola a todos aún desde el Malinawon Resort, donde estamos a cinco metros de la piscina, con un gin-tonic de Ginebra San Miguel y un trozo de mango, que aquí está buenísimo. Ha sido un día muy interesante y hoy vamos a escribir los dos. A mí, Javi, me toca hablar de la primera parte del día. Hemos desayunado de forma excelente, sobre todo para ser un hotel de 37 EUR la noche - dos huevos fritos, pan tostado, un poco de ensalada, mantequilla y café. No hemos tardado mucho en ponernos en marcha, aunque nos ha retrasado un poco el tema del triciclo. Mientras esperábamos a que llegase el nuestro, aparecieron un grupo de turistas japoneses con trajes de neoprenos, músculos hasta en las orejas, una Scuba Cam que vale más que todo nuestro viaje, perfectamente organizados en motos, triciclos y hasta una furgoneta para irse por ahí a flipar, ver peces y Dios sabe qué. Y mientras tanto nosotros con dos snorkels de esos de tubo... que ni salieron del hotel, porque pa qué.







Finalmente llegó el tío del triciclo. Un poco de regateo y hala, a la playa. Hoy tocaba visitar la playa de Dumaluan, saliéndonos un poco del camino habitual. Por el camino vimos muchas tiendas y anuncios un poco cutres. El mejor fue el de Mozzarella de Buffalo. Sí, amigos, hoy puedes degustar la mítica mozzarella italoamericana, recién llegada de la segunda ciudad más grande del estado de New York. Llegamos a la playa y aquello sí que era otra cosa. Se trataba de una playa de arena blanca, aguas azul claro y muchos locales bañándose. Cojonudo, pensé, me quedo aquí todo el día. Encontramos una hamaca, preparamos nuestras bolsas estancas para llevar pasaporte, dinero y móviles encima y al agua.

Pronto nos dimos cuenta de un par de cosas. Primero, por mucho que andaras aquello no cubría. Segundo, había bastante algas y algo tocó en el pie a Belén. Tercero, llegó un momento en el que había un escalón de piedra y a partir de ahí todo eran algas. Andábamos sobre una auténtica red de algas. Un asco impresionante, como no he sentido en ninguna playa jamás, porque uno no es aprensivo con las algas, pero es que ahí solo pisabas eso.

Cuarto, nos salimos del agua para no volver.









Eso sí, dimos un paseo bastante guapo por la orilla. Más allá había una serie de turistas y resultó que era una playa privada. Le hice una foto a Belén en una hamaca y rápidamente nos dijeron que si no éramos huéspedes del hotel ya podíamos irnos rápidamente a tomar por culo. Con mejores palabras. Sí que nos dejaron tomar un batido en uno de los bares el hotel. El camarero preguntó si éramos clientes y dijimos que no, lo que automáticamente nos descartó para pegarnos un chapuzón en un pedazo de piscina que tenían. Eso sí, el batido estuvo cojonudo. No estuvimos mucho tiempo más, era la hora de comer y teníamos planes.

Cogimos otro triciclo de esos que se suben por los arcenes - con Belén sentada detrás del motorista con la piernas hacia afuera, valiente ella - hasta un sitio llamado Pearl Restaurant que nos ha convencido. Al lado de la playa, buena comida, camareros muy profesionales... Una rareza por aquí. Tanto es así que hemos reservado allí para cenar el lunes, cuando viene nuestro amigo Juan Carlos. Es un poco sibarita y seguro que se queja de algo, pero lo haría hasta en el puto hotel Mandarin Oriental de New York.

Tras un chapuzón en nuestra piscina de ínfima profundidad y una siesta épica, impresionante, sobrecogedora... empezó la segunda parte del día. Os dejo con Belén.


Ayyys sí amigos, la siesta ha sido de esas de las que te despiertas sin saber quién eres, dónde estás, ni qué hora es, pero rápidamente nos hemos puesto en marcha, ya que hoy había planeado algo que me hacía mucha ilusión: un crucero por un río para ver a las luciérnagas. Ya, vale, sé que no es un plan muy típico, pero la cosa pintaba muy bien.

Para este tour contraté los servicios de una empresa local a través de Viator, una aplicación que tengo en el móvil y que te chiva los mejores sitios que visitar y que, a la vez, puedes contratar, así que he sacado la visa del bolsillo y contraté un tour privado para la menda lerenda y una señor que tengo aquí al lado.



En esta ocasión no he tenido que subir mi generoso culo tras el conductor de la mochillo con mis piernas colgando y con peligro de ser aplastadas por cualquier vehículo loco que pase por el sentido contrario, sino que nos ha venido a recoger una monovolumen nueva, con un conductor súper pro (pero nada que ver con nuestro amigo Lee E. Fittipaldi) y un guía llamado Brian de los que me gustan a mí, gordito, simpático y con más pluma que Jorge Javier Vázquez. Casi hemos atravesado la isla, pasando por Tagbilaran, mercados de pescado y muchísimas zonas de bosque frondosas para llegar a un embarcadero en el que os estaban esperando con un coco abierto a modo de bienvenida y también una especie de fogata que no he entendido muy bien y a la cual ni he echado cuenta - si no lo entiendo, paso de ello.






De allí salían unos preciosos barcos de madera para surcar el río en busca de luciérnagas, las cuales allí son muy habituales. Esperando el momento de salir ha llegado un enorme grupo de turistas chinos y a mí se me han puesto los pelos como escarpias, porque no hay nada más molesto, ruidoso, maleducado e insoportable que un grupo de turistas chinos. A todos los fabrican con una voz de pito extremadamente alta que estoy convencida que irrita hasta al Dalai Lama. En serio, compartir espacio-tiempo con turistas chinos es crispación asegurada. Ahora mismo, en nuestro tranquilo hotel, hay un grupo de no más de 7 que parecen 50 y hablando tan fuerte como para que se les escuche en Shanghai.

Lo bueno es que los chinoturistas han pensado que nuestro embarcadero era demasiado pijo y caro y se han ido a otro más cutre (gracias Virgencita de los Remedios!!) Así que el barco ha zarpado sólo con nosotros, nuestro amigo Brian, el capitán, un grumete y un tipo que se lo sabía todo acerca de las libélulas, así que fetén oiga. La cosa está en el que el clima está por aquí muy revuelto y mis amigas las luciérnagas son muy exquisitas, si llueve o hace viento se esconden, pero hoy, pese a que ha llovido y hacía viento, han decidido salir un ratito para decirnos "hola que tal".



Yo pensaba que las luciérnagas eran como las libélulas, pero que eran brillantes, pero nada que ver, son como mosquitos que revolotean y crean un efecto de lucecitas que me ha vuelto loca. Era como ver árboles de navidad con vida propia, ha sido como ver las pléyades en versión naturaleza, en vivo y en directo, magia pura, una de las cosas más bonitas que he visto y sentido nunca, incluso he podido tener una en la mano revoloteando, como si de una pequeña hada de cuento se tratara, de verdad que esto no lo olvidaré nunca.

Lo mejor ha sido que las hemos visto en pleno esplendor y, cuando han empezado a apagarse por una ráfaga de viento, ha aparecido el barco cutre de los chinos y se han quedado con un pequeño aperitivo del banquete que nosotros hemos tenido, muahahahahahaha, creo que Gengis Khan cada día me cae mejor.



Bueno, después de esta pasada de experiéncia nos han llevado a cenar a un restaurante local y hemos cenado de maravilla, verduritas, pescado, pollo adobado, y un postre que parecía una cagarruta y que mi señor esposo se ha comido alegremente - yo he pasado.

De nuevo nos hemos subido a la van y hemos vuelto por las oscuras carreteras de esta isla hasta nuestro hotel.






Tengo que decir que Filipinas es amable y tiene cosas muy bonitas, pero hay mucha pobreza, niños pidiendo limosna descalzos, perros callejeros y las casas parecen chabolas. Creo que ahora tienen un nuevo presidente dispuesto a meter un poco de caña, pero mucho me temo que no tiene nada que hacer, ya que aquí el nivel de pasotismo supera al de cualquier pueblo de la costa andaluza, se la suda todo, mientras tengan comida, bebida y karaoke, que se me caiga la casa encima.

Mañana improvisaremos, pero el lunes haremos otro tour por toda la isla, así que, como mañana no hay que madrugar... con esto y un gin-tonic... hasta otra baby!!!

PS:
PASOS: ehm, bueno... la pulsera dice 18,457 pero es mentira. Es inaceptable. Resulta que al coger las motillos el terreno es abrupto, y lo mismo al ir en coche. Las carreteras tienen más bollos que una bicha jarta de castañas. Por tanto, la pulsera va contando pasos sin parar mientras estamos sentados. He hecho un cálculo aproximado y diría que hemos andado hoy unos 4,500 pasos.
KILÓMETROS (hoy): ajustando, 3.55 Km
KILÓMETROS (total): 169.31 Km
DESDE CUENCA: Hasta Viveros, Albacete


PS2: Tienes más bollos que una bisha harta castañah. Es mi expresión favorita y nunca la puedo colar. Gracias, Filipinas, por tanto bache. Y a ver si arregláis las putas carreteras, hombre, que el turismo es el futuro del país.



PS3: Hoy tampoco ha habido Reto de Bebidas Asiáticas. Pero me he bebido un coco.

PS4: Ya que no hemos hecho ninguna foto de las luciérnagas porque aquello estaba más oscuro que los cojones de un grillo, se queda en nuestra retina, pero voy a buscar en Internet, pongo una cualquiera y quedo como Dios.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Tengo una bolsa como la de javi!!!! Es de una f4, creo que la de Berlín en la que por fin nos pusimos cara.... y me ha hecho ilusión, porque me ha recordado que en la de 18-19 nos volvemos a ver!!!!!

    ResponderEliminar