miércoles, 31 de julio de 2019

Nuestra gran boda bosnia, tercera parte: Mostar, Zagreb y el piloto cabrón



Hola otra vez. Total, que Selver y Jasmina se casaron y supongo que estarían haciendo lo que hacen los recién casados: un papeleo interminable. Ya que nos volvíamos el martes, lo suyo era explorar Bosnia un poco más, así que cerramos una excursión para ir a Mostar y ver varias cosas más. Si hubiésemos ido en tren nos tendríamos que haber pegado un madrugón mortal y luego se demostró que Mostar no daba para las 12 horas que íbamos a estas, potencialmente. Con la excursión podíamos salir más tarde, regresar más temprano y ver más cosas: era una decisión fácil.






La excursión consistía en tres sitios de Herzegovina. El primero de ellos se llamaba Konjic, básicamente paramos allí por dos cosas. Una, un puente que se supone que es la única conexión explícita entre Bosnia y Herzegovina. Creo que nos mintieron como si fuésemos gilipollas, porque 200 metros más palante había un puente exactamente igual, solo que más moderno. Al igual que el puente de Mostar, el de Konjic fue destruído por los serbios y reconstruído con capital turco. Se ve que hay buena sintonía entre Bosnia y Turquía. El segundo asunto por el que paramos allí fue a desayunar una especie de empanada de carne entre guarrísima y deliciosa. Nadie se la pudo acabar, nadie se come eso a las nueve de la mañana, cojones.





Después nuestro guía Ahmet, joven, con perfecto inglés y un humor un tanto socarrón, nos llevó a Počitelj, bonita ciudad amurallada con un castillo en todo lo alto. Para acceder al castillo teníamos que subir unos 20 minutos por un camino empinado y lleno de piedras. Arriba del todo se veía el Mar Adriático y hasta nuestro próximo destino: la isla de Hvar, a la que vamos el viernes. A la pregunta de qué pudo más, obviamente la curiosidad brilló por su ausencia y aplicamos el sentido común. Una polla íbamos a subir ahí arriba, pisando piedras como si esto fuera el medievo, sudando con 35 grados a la sombra para ver el mar. EL MAR, IDIOTA, EL MAR. Además, hemos buscado "Pocitelj view from the castle" Y NO SE VE EL MAR, mierda. Es mentira. Menos mal que no subimos. Eso sí, el pueblo mola. Hacía un calor de huevos, pero mola.













Siguiente parada: la Casa del Derviche de Blagaj Tekke, un monasterio construído en el Siglo XVI al lado de la montaña donde casi todo es original de la época. Está metido en un auténtico paraíso natural y es curioso de ver. Tampoco es el Vaticano, vaya, pero no está nada mal. A la vuelta a la minivan podrían hacer 40-42 grados y Ahmet se paró a hablar con un paisano dos minutos con todo el grupo turístico - siete personas - metidos en el coche sin aire acondicionado. Si pudiese haber leído nuestras mentes, aún resonarían nuestros insultos en su cabeza. Qué calor, por Dios.











Mostar tiene un casco antiguo muy logrado y sobre todo, una gran cantidad de secuelas de la guerra. No hace falta ser Perry Mason para descubrir disparos de bala en muchas paredes, no lo disimulan. El puente fue reconstruído y desde él saltan fulanos locales hacia el agua, que está bien lejos. Al parecer, es muy importante saber en qué zona saltas porque hay algunas en donde el agua no cubre y le puedes abrir la cabeza con gran facilidad. Comimos en un restaurante local muy distinto al que nos habían recomendado, casi fuera de la zona turística, con un café bosnio excelente. Hicimos un vídeo: es como el café turco, con muchos posos, ultrafuerte, te bebes tres y podrías estar despierto hasta el Día del Juicio Final. No te duermes ni con una mala película de Isabel Coixet, vaya. Total, que le damos a Mostar un aprobado justito. Una y no más.








Nuestro último día de aventura fue un stopover de cinco horas que hicimos en Zagreb. Antes de eso, nos plantamos en el aeropuerto a las 04:45, porque nuestro vuelo salía a las 06:20. Pues bien, nos encontramos con el aeropuerto cerrado y tuvimos que esperar 15-20 minutos hasta que por fin abrieron, los muy cabrones. Iba medio zombi y lo único que recuerdo fue el cacheo que me hizo el guardia de seguridad bosnio en el control: si hubiese ido a una sauna gay, probablemente me habrían tocado menos la polla que ese señor. En fin. Llegamos supertemprano a Zagreb y compartimos un taxi con algunos invitados a la boda para ir al centro de Zagreb. Hicimos lo típico: la Iglesia de San Marcos y la Catedral, parando para desayunar a lo grande (aún me acuerdo de mis tostadas con nutella y plátano) y en un mercado local. Lo mejor es que estuvimos solos en la Iglesia de San Marcos, lugar mítico, de lo mejor que hay en la antigua Yugoslavia.











Después, ya que teníamos tiempo, fuimos a dos museos, uno al lado del otro. Uno era parada obligada, el museo de Drazen Petrovic, al lado del pabellón de la Cibona donde tantos éxitos cosechó a mediados de los años 80. No es un museo muy grande, se ve en 15 minutos y salvo que seas un fanático de Drazen, no merece la pena. De ahí nos fuimos al museo de ciencia Nikola Tesla. Bosnia, Croacia y Serbia se disputan la nacionalidad de Tesla, así que no vamos a entrar en esa movida. Es verdad que el tipo era un genio, pero el museo croata tiene dos problemas: 1) que hacía un calor de tres pares de cojones, especialmente en la planta superior, donde directamente no se podía estar y 2) que casi todo el museo tiene carteles solo en el idioma local. Aún así recomendamos echar un ojo, por 3 EUR echas un rato bastante divertido.



















No hay mucho más que contar. Bueno, sí, que estando en la cola de pasaportes para volver al interior del aeropuerto de Zagreb y tras esperar nuestro turno durante 20 minutos, se nos coló POR TODA LA CARA un piloto español con su copiloto y su azafata. No pidieron ni permiso, directamente pasaron. A la azafata le dije que si quería, le podía pasar el número de mi hermano para que se lo follara, ya puestos a abusar de nuestra confianza. De todos modos la pobre mujer esa no creo que tuviera la culpa: fue el piloto en que se coló con una cara de mierda importante, como si llevase oliendo un cojón peludo de un mono sin parar desde 1985. Cometí el error de no ir a por él cuando pasé el control porque le habría dicho cuatro cosas: maleducado, prepotente, ojalá alguien te haga una paja con la mano llena de Radio Salil y te arda la polla durante dos semanas, sucio bastardo, abusando de tu poder gratuitamente, así tengas que frenar de sopetón y te entre el cuadro de mandos por la nariz, cabronazo, mal nacido, hijo de 700 sistemas solares repletos de putas.

De esta bonita y edificante manera terminamos la crónica de nuestro viaje a Bosnia. La boda fue muy divertida, lo pasamos muy bien y nos descartamos volver, pero lo que toca ahora es hacer las maletas e irnos... ¡a Croacia, Escocia y Lepe City!

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