lunes, 29 de julio de 2019

Nuestra gran boda bosnia, primera parte: Preliminares



Hola a todos desde Barcelona. Estamos a cuatro días de irnos a Croacia, pero nos queda pendiente nuestra interesante visita a Bosnia y Herzegovina para la boda de nuestros amigos Selver y Jasmina. Pensábamos hacer una sola entrada de blog pero nos han pasado muchas cosas y al final hemos decidido hacer tres: una con lo que pasó antes de la boda que saldrá hoy lunes, otra con la boda en sí que saldrá el martes y otra con lo que hicimos después de la boda - ir a Mostar y luego a Zagreb - el miércoles. La verdad es que lo hemos pasado muy bien y Sarajevo ha superado nuestras expectativas. A ver si soy capaz de acordarme de todo.




El vuelo de ida fue un poco raro por varios motivos. Primero, nos fuimos el jueves por la tarde para llegar de madrugada a Sarajevo, cosa poco habitual en nosotros. Segundo, viajábamos con varios compañeros de EuroLeague, lo cual fue una novedad refrescante, especialmente en un vuelo con tránsito. Quedamos directamente en el aeropuerto y en la cola de facturación, nuestro amigo Dani nos pidió meter sus bonitas zapatillas de baloncesto color amarillo fluorescente en nuestra maleta.

- ¿Puedo meterlas en vuestra maleta? Es que no facturo y así no cargo con ellas.

- iiihh....

Normalmente cuando digo "iiihh" quiere decir, "no, ni de coña, qué cojones, con lo que me ha costado cerrar la maleta, que la llevo a tope". Sin embargo, Belén es un alma cándida y caritativa y accedió a abrir parcialmente la maleta y meter las bambas en la mochila, casi a hostias. Es un detalle importante. Fuimos al Duty Free, compramos dos botellas de Tanqueray por 13.5 EUR cada una y embarcamos en nuestro primer vuelo del día, Barcelona - Zagreb.




El vuelo a Zagreb fue bien, la mar de espacioso, eso sí, estuvimos haciendo cosas que si nos las hacen desconocidos a nosotros nos hubieran irritado más que meternos una guindilla por el culo. Jugar con niños, gritar por los pasillos del avión y cosas así que seguro que llevaron a algún viajante solitario a cagarse, con razón, en nuestra puta madre. El aterrizaje en Zagreb fue muy especial, con un tiempo enrarecido, atardecer antes de una tormenta que descargó justo al aterrizar. Cayó un relámpago brutal a 500 metros del avión mientras aterrizamos - si llega a darnos, rompe el puto avión por la mitad.






Dani compró un par de cervezas que debían estar a unos 30 grados centígrados cuando de repente, suena mi nombre en megafonía. Señor Gancedo Navarro, acuda a la puerta 23. Llegué en un minuto pero allí no había nadie. Esperé, pero no aparecía nadie, así que me fui a buscarlos y fue entonces cuando llegaron. Cuando volví, me encontré con una chica de Croatia Airlines y con Belén: una de nuestras maletas estaba rota y teníamos que comprobar si estaba todo allí. Estuvo muy bien porque la azafata nos llevó a la sala de máquinas del aeropuerto, algo que los pasajeros no pueden ver, incluido hicimos alguna foto de tapadillo. Lo que había pasado fue que al meter los zapatos de Dani a presión en la maleta, la cremallera había petado y se habían caído cosas. Afortunadamente estaba todo: sacamos los zapatos y cerramos la maleta sin problemas. Volvimos a la zona de embarque.

- Dani, no te lo vas a creer, tío: tus zapatillas han disparado una alarma química. Había dos perros oliéndolas y ladrando, so cabrón.

+ ¿En serio? ¡Joder!

- Que no, hombre, pero nos han petado la maleta, mamonazzo.

El segundo vuelo fue de hélices pero la verdad, me quedé sopa todo el camino. Mejor, porque esa mierda se suele mover más que un garbanzo en la boca de un viejo. Selver, Jasmina y algún otro amigo (Goran, recuerdo) vinieron a recogernos, pero nosotros teníamos nuestro propio transporte: el mismo tío que nos alquiló el apartamento se ofreció a buscarnos, llevarnos y darnos las llaves. Todo bien en el apartamento con un pequeño problema: no había persianas, solo una cortina ridícula que no tapaba nada de nada. Menos mal que somos viajeros profesionales y llevábamos antifaces. Al día siguiente forramos la ventana de bolsas de basura negras.







Nuestro primer día en Sarajevo fue un poco de reconocimiento. Fuimos a un supermercado a comprar de todo y de camino vimos un parque de homenaje a los menores de edad que murieron en Sarajevo durante la guerra de los Balcanes. Terrorífico es poco. También había un monumento de un señor gritando que recuerda una historia real. Un padre gritándole a su hijo que los serbios no le iban a hacer nada - y los cuerpos de padre e hijo aparecieron en una fosa común una década después. ¿Se nota el horror de una guerra tan reciente? Sí, sobre todo en el ánimo de la gente, que no necesita ni dos palabras para hablar de ello. Hay tiros en algunos edificios y el ambiente se va normalizando pero aún es un poco raro.











Decidimos coger un largo teleférico a la zona olímpica de Sarajevo - juegos olímpicos de invierno, 1984. Claro, ha habido una guerra brutal y la menor de las prioridades era cuidar aquello, pero aún así es un sitio curioso. Fuimos al tubo de bobsleigh, hoy lleno de grafittis, y dimos una vuelta con muchos de nuestros amigos de EuroLeague, que llegaron un poco después y los vimos subir en el teleférico. ¡Momentazo! Después nos fuimos todos a comer juntos a un sitio de cevapi, a saber: una especie de pan de pita hueco lleno de salchichas de cordero (5, 10 o 15) y una salsa llamada kaimak, muy buena, que es mitad yogur mitad queso. Lo siguiente, claro está, fue una siesta apocalíptica de casi tres horas.






















El primer acto oficial del finde de la boda fue un partido de baloncesto con Selver de homenajeado. Selver mide 2.04 y se mueve bien, así que si no se ha decidado profesionalmente al basket es porque o ha tenido mala suerte o, lo más probable, es muy penco. Nada, fue una pachanga sin más. Yo tenía un pie lesionado y jugué poco y mal, pero me dio para hacer meter un triple, que Belén lo grabara y colgarlo en Twitter. Más de 90,000 reproducciones para ver a un tipo gordo decir tres tonterías delante de una cámara y luego meter un tiro que metería cualquiera. La gente está mal de la cabeza... :) Tras una cena todos juntos nos fuimos unos cuantos a nuestro apartamento a beber gin-tonics y fundirnos las dos botellas de Tanqueray. No lo hicimos porque se nos acabó la ginebra. Fue un buen rato y conocimos a algunos de los invitados un poco mejor.

Y al día siguiente fue la boda, pero de eso ya hablaremos mañana...

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