viernes, 5 de julio de 2019

Desfasando en Oporto y Londres



Lo prometido es deuda. Antes de centrarnos en el viaje largo de este año, toca hablar de las dos últimas escapadas de fin de semana, que estuvieron bastante bien. Primero fuimos a Oporto para Sao Joao con nuestro amigo Ferrán y luego a Londres con otro buen amigo, Luis. El objetivo de estos dos viajes no era hacer turismo precisamente, solo relajarse y desfasar un poco. Al final siempre terminas viendo cosas que te llaman la atención y que justifican el viaje de una forma u otra, pero qué coño, fuimos a pasarlo bien y vaya si lo hicimos. Después de estos dos fines de semana, sigo pensando que Londres y Oporto son las dos ciudades que elgiría para vivir si tuviese que vivir en Europa fuera de España. Londres tiene una oferta cultural increíble y Oporto... Oporto es mucho Oporto. Nunca una ciudad tan pequeña tuvo tantas cosas interesantes y tanta buena gente.




Es cuestión de tiempo que la gente se de cuenta que Oporto es un sitio de puta madre, así que nos consideramos afortunados de poder haber ido dos veces antes de que se descubra el pastel. Nuestra primera parada fue en un mercadillo local para hacer tiempo. Acabamos pidiendo tres copas de Oporto y nos dejaron llevarlas por todo el recinto. Las viejas nos miraban como si fuésemos unos degenerados y bueno, algo había de eso, la verdad - no eran horas para beber vino, pero qué coño, era lo que nos apetecía. Teníamos un objetivo muy claro cuando llegamos a Oporto - volver a las Taberna Dos Mercadores, un pequeño restaurante de unas seis mesas en el que se come como en ningún sitio. El año pasado lo disfrutamos bastante, aunque nos jodió bastante probar el plato de los vecinos CON TODO EL MORRO DEL MUNDO y darnos cuenta que lo que estaban comiendo estaba 10 veces más bueno que lo que teníamos nosotros. Tras dar un paseo por la ciudad, fuimos directamente al grano: arroz de pulpo y marisco al horno. 




Y qué maravilla, oigan. El arroz estaba para ponerle un piso y fregarlo cada día de cabo a rabo.












Claro, un plato así no se disfruta sin un buen vino. Al final cayeron dos botellas y luego nos pasamos al Oporto, porque joder, ya que estás allí, lo suyo es beberlo en los postres. La Taberna dos Mercadores está en un sitio lleno de cuestas así que tomamos la muy meditada y sabia decisión de pillar un Cabify. Lo meditamos durante unas dos décimas de segundo, más o menos. Llegamos al apartamento y nos pegamos una siesta apocalíptica, de esas que te despiertas y no tienes ni puta idea de dónde estás, quién eres o si estás vivo o no. 




Fuimos a cenar una hamburguesa y había un chico cantando canciones indies en la esquina. Cuando llegamos estábamos solo nosotros viéndole. A la que tocó Wonderwall de Oasis, Hallelujah de Leonard Cohen y Seven Nation Army de The White Stripes tenía a 100 guiris alrededor suya cantando bajo la lluvia. Mojarnos no es nuestro rollo, así que nos fuimos a The Royal Cocktail Club, la mejor cocktelería de la ciudad. Impresionante. Los seis cócteles que pedimos - dos cada uno, no seáis capullos - fueron a cual mejor, aunque Belén pidió el mejor de todos. Recomendadísimo. 









Al día siguiente fuimos a hacer algo fundamental en Oporto: una cata de vinos. Esta vez fuimos a la Bogeda Cálem, donde un chico español llamado Natxo nos explicó como se hace el oporto. Básicamente, es un vino que dura mucho porque le echan aguardiente, por eso es tan fuerte y deja una resaca tan hijoputa, como la que teníamos en ese momento tras 24 horas en la ciudad. La cata vale 16 EUR e incluye un tour por las bodegas, explicación de cómo se hace el vino y probar tres de los productos - un Oporto blanco, uno Ruby (tinto joven) y otro Tawny (tinto más maduro). Tras el festival nos fuimos a comernos una francesinha, que es un sandwich local con de todo, un huevo encima y una salsa especial. Lo ves y piensas que es una puta guarrada y que no tiene pies ni cabeza pero cuando lo acabas piensas "joder, estos tipos saben lo que hacen".











Llegó la noche de Sao Joao. La noche anterior habíamos reservado una mesa en un restaurante al lado del río para ver los fuegos artificiales. Lo más particular de Sao Joao es que casi todo el mundo lleva un martillo de juguete y esa noche está permitido pegarle con él en la cabeza a quien quieras. Lo suyo es hacerlo suavemente, pero Ferrán se tomó la justicia por su mano, sobre todo en la segunda parte de la noche, y estuvo cerca de que le arrearan dos hostias por los martillazos que pegaba. También es típico comprar farollilos de papel y que suban alto, muy alto hasta el quinto coño, pidiendo un deseo. Donde fueres, haz lo que vieres, y la verdad es que verlos subir es muy divertido. Conseguimos llegar allí y nos bebimos tres botellas de champagne, cortesía de Ferrán. Nunca bebo champagne y acabé bastante perjudicado. Tanto, que tuve que volver a nuestro AirBNB antes de tiempo - Belén se vino conmigo muy galantemente y dejamos a Ferrán en la inmensidad de la noche, pegando porrazos a diestro y siniestro.






Dedicamos nuestra última mañana en dar una vuelta por el centro y coger un barco turístico que daba un tour de una hora por el Río Duero, explicando muchas cosas sobre los puentes de la ciudad que realmente no le interesaban a nadie. Aún así mereció la pena porque hacía un día estupendo. Es fácil llegar al aeropuerto de Oporto en transporte público, los taxis y Cabifys son baratos, se come bien... Es curioso, Ferrán tenía un viaje sorpresa el siguiente fin de semana, de esos que se compran sin que se sepa dónde vas... y le tocó Oporto. Dos findes seguidos, y no puso ninguna pega porque a Oporto siempre hay que volver.

Para ese finde de semana ya estábamos en Londres. El viaje de ida fue un poco coñazo porque nos pasaron un par de cosas desagradables o, en mi caso, absurdas. Cuando iba a pasar el control en el aeropuerto me llegó una señora de 50 años:

- COME JIAR, WITH DE DE ENE I! (todo esto a gritos)

+ Vamos a ver, buena señora. Si sabe que tengo DNI, ¿por qué no me habla en castellano? Es la lengua de Cervantes, de Lope de Vega, de Garcilas...

- (interrumpiendo) PUT DE DE ENE I INTO THE MACHÍN!

+ Oiga, pero ¿por qué me habla en inglés de mierda? ¿Cumple usted algún cupo de algún tipo? ¿Desgrava de alguna manera?

- BAI BAI, ZENK LLU.

De todos modos esto no fue nada comparado con el vuelo, lleno de estudiantes que iban a Inglaterra a aprender inglés. A algunos de ellos les vendría bien también aprender un poco de educación, respeto y disciplina, más que nada por su propio bien. Creces sin respetar a la gente, sin tener la más mínima empatía, y cuando te das cuenta han pasado 20 años y no solo no has aprendido inglés, también resulta que eres un hijo de la gran puta. A Belén le fueron pegando en el respaldo del asiento la primera mitad del viaje, entre risas. Claro, no sabían con quién se metían. Belén se las arregló ella sola para que les cayera una reprimenda por parte de los monitores. 





No hicimos gran cosa en Londres. Llegamos con tiempo de dar una vuelta por el Borough Market, pero ha perdido casi todo su encanto desde que lo renovaron y estaba petado de gente. El sitio no es lo mismo desde que salió en la saga de Bridget Jones, la verdad, hay peña por todas partes. Nos fuimos a nuestro airBNB atravesando un mercadillo que parecía que estábamos en Nueva Delhi - cachivaches, cosas por los suelos, frutas exóticas y en general todo tipo de mierdas que no comprarías ni borracho.




Una vez que vino Luis y tras descansar un poco, nos fuimos directamente a Brixton para el concierto de Weezer, que era en la icónica Brixton Academy, una de las mejores salas del mundo. Eso sí, sin aire acondicionado, pero a eso ya llegaremos. Fuimos a una pizzería excelente llamada Canova Hall, con precios muy competitivos y una cocina a la vista con unos pizzeros muy graciosos. Quizás demasiado graciosos, para mí que iban un poco puestos - eso sí, las pizzas estaban de puta madre. No queríamos beber mucho dentro del Brixton Academy pero Belén apareció con un vaso de dos pintas, más de un litro de birra. Al probarla, la suya estaba buena pero la mía sabía a rayos. Belén fue a reclamar y paso lo siguiente: la probó el encargado, también su jefe, decidieron que eso no era vendible y nos devolvieron el dinero de las dos birracas. Gratis total. Impensable en España. 





Weezer estuvieron bien, de menos a más. Empezó sonando como el culo y acabó arriba del todo con dos de sus canciones más populares, Beverly Hills y Say It Ain't So, a toda tralla. Siempre es un placer volver al Brixton Academy, cuyo público es de lo mejor que hay en el mundo - entregado incluso en los momentos que Weezer no daban con la tecla adecuada respecto al sonido. Eso sí, la salida del concierto fue agobiante, por un único pasillo estrecho en el que podríamos tener 60 grados o así. Una puta sauna improvisada. Todos sudando como pollos.




De ahí nos fuimos a una fiesta indie, o eso decía Internet. Club de Fromage prometía temazos indies, confetti, concursos y de todo en el O2 Islington Academy. Llegamos y vale, la sala estaba bien - y se estaba fresquito - pero estaban poniendo Britney Spears, ABBA, música disco setentera y tal. Hicieron un concurso de hula-hop, otro de baile y cuando nos dimos cuenta, aquello parecía Magaluf, todo lleno de ingleses borrachos haciendo el gamba. Me fui a mear y escuché por algún sitio a Franz Ferdinand, así que mandé a la agente Belén a investigar. Belén volvió a los dos minutos - había otra sala, y estaban poniendo otro tipo de música. Nos fuimos de Magaluf y aparecimos en Manchester - una pista semivacía con un DJ poniendo temazo tras temazo. Lo pasamos cojonudamente, la verdad, que era de lo que se trataba. 





Y el domingo, aparte de desayunar en un sitio estupendo llamado Hej Coffee e irnos de shopping, no recuerdo que hiciésemos nada más. Yo fui a mirar discos y Belén a sus tiendas favoritas - la mayoría no están en Barcelona, no porque sean exclusivas, simplemente porque no están, como Forever 21. Ya lo sé, nada de Buckingham Palace, o el Big Ben, o la Abadía de Westminster o el Museo Británico o su puta madre, pero ya volveremos. Siempre volveremos, a no ser que el Brexit lo impida.

Este fin de semana vamos al VIDA Festival y el siguiente estaré en el Mad Cool para ver a The Cure. Después, del 18 al 22, vamos a Bosnia a la boda de un amigo. Seguramente eso sí que nos proporcione una buena entrada de blog. Permanezcan atentos. ¡Y en nada nos vamos a Croacia!

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