jueves, 17 de febrero de 2022

Día 5: Patinaje, hamburguesas y NBA





¡Buenos días desde la gran villa de Nueva York!

Hoy le toca a la menda lerenda escribir la primera parte de este blog para gozo y disfrute de la afición, así que agárrense los cinturones que el día se presentó la mar de chulo.

El día empezó a lo grande, ya que, de verdad, todo aquí es tamaño XXL: las distancias son más grandes, los precios son más grandes, el tamaño de la comida es más grande, los locos son más locos y así todo. Pues eso, que el día empezó a lo grande porque nos fuimos a desayunar al típico diner americano, ya que, el resto de días hemos desayunado en la habitación porque con el pijama y el anorak por encima, me he ido a “cazar” desayuno cada mañana, esa es una de las cosas buenas de NY, que aquí nadie te mira cómo vas vestido.

El diner se llama ANDREWS y ha cumplido sus expectativas: gofres, panqueques, bacon… vaya, una alegría para el cuerpo serrano. Si cada día desayunáramos eso lo de “mi vida con 300 kg” sería “mi muerte con 300 kg”. Que exceso oiga… menos mal que, por lo menos yo, luego quemé varias de esas calorías, ya que… ¡HOY TOCÓ PATINAJE!.




Hace ya unos meses me apunté a aprender a patinar sobre hielo, porque me alucina verlo y me lo tomé como un reto. He estado yendo a patinar una vez por semana durante 3 meses y mi nivel de patinaje es de 1 sobre 10, pero mira, me gusta y sé que, algún día, iré mucho más suelta.

Llegamos a Bryant Park en donde hay una pista de hielo entre rascacielos y, si vas a patinar antes de las 10 de la mañana, el alquiler de los patines y pista te cuestan 17$ que, aquí eso es barato, muy barato. Llegué con mi reserva hecha, mis coderas, mis rodilleras y un marido dispuesto a hacerme fotos, videos y video llamadas en directo.

El primer obstáculo fue saber el número de mis patines, porque, si bien es verdad que hay una tabla de conversión, los primeros patines que me dieron no me entraban, así que fuimos a por los segundos. Estos sí me entraban, pero ay mama… que dolor más grande. Mi Johnny (así llamo cariñosamente a mi juanete del pie izquierdo) casi revienta ante tanta apretura… di una vuelta y volví a cambiarme los patines, esta vez pedí mi número, pero de hombre y… ooooohhh, esos si me estaban bien!!! Pero, al meterme en la pista de hielo me di cuenta de que no tenían el agarre delantero y no me podía dar impulso, así que vuelvo a la ventanilla y el joven asiático que me atendió ya estaba a punto de matarme, menos mal que su rayo fulminador no funcionaba. Pedí un 42, así que, me calcé de nuevo mis cuartos patines y… ¡ahora sí que sí! Con poca maña, pero sin caerme ninguna vez, di unas cuantas vueltas al ring y borré de mi lista lo de patinar sobre hielo en NY, me costó pero tuve un momento muy chulo conmigo misma y eso si que no tiene precio.







Con las piernas más duras que las de Indurain nos fuimos a Central Park a pasear un rato. Esto dicen que es la capital del mundo, pero, para serlo de verdad, necesita poner escaleras mecánicas en sus metros. Hay muy pocas escaleras mecánicas y te pasas todo el día subiendo y bajando escaleras… estoy reventá del tó.










Central Park estaba distinto, con nieve, con un silencio precioso y nos perdimos entre sus caminos, plazas, puentes y monumentos. Siempre es genial pasear por aquí y reencontrarse con sus ardillitas.







Decidimos ir a comer al J.G. MELON, una hamburguesería top que nos recomendó un amigo y siempre que venimos intentamos ir y tampoco decepciona. Excelentes hamburguesas y excelente calidad precio.






De camino al J.G. MELON paseamos por uno de los barrios más exclusivos de NY: el Upper East Side y nos topamos con paseadores de perros, como los de las películas, pero ahí, en carne y hueso. Todo un exceso lo de esta ciudad, de verdad. Ante tanta actividad física yo necesitaba una siesta y me la pegué, para así poder ir al partido de los Knicks-Nets en el Madison Square Garden, así que creo que es el momento de pasarle a Javi el testigo y que os siga contando.




El show alrededor del partido fue brutal, la verdad. El Garden estaba casi lleno porque había muchos aficionados de Brooklyn. Los Nets venían sin sus tres mejores jugadores y perdían por 28 puntos mediado el segundo cuarto, pero de alguna manera remontaron y ganaron el partido para asombro del respetable y un cabreo mínimo de los fans de los Knicks. Esto pasa en Serbia, Grecia o Turquía y se monta un pollo impresionante, seguro. Nadie remonta 28 puntos allí, hombre, antes los dejan sordos.







Lo más criticable del partido son los precios en el Garden. Quince dólares por una cerveza y 130 dólares por las camisetas réplica, ni siquiera las de juego, pero qué cabrones. Emborracharse a precios populares en esta ciudad es directamente imposible, seguro que han copiado a los rusos y están hacierto vodka con jabón Lagarto. Los precios en New York están disparados. Como ganaron los Nets, cené pizza gratis. No, no era una promoción: era una apuesta con Belén. Recomendamos ir a un partido NBA una vez en la vida, y si es en New York, mejor que mejor.




Hoy iremos al Metropolitan, uno de los mejores museos del mundo, y a ver a unos amigos a Brooklyn. Ya os contaremos. :)

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